sábado, 5 de noviembre de 2022

AUGUSTO JOSE VIDAL

 

Semblanza para un Jefe en los recuerdos del ´78

 Como Teniente Coronel del arma de ingenieros fue comandante del BIC 121. Con el grado de General de Brigada tuvo un rol fundamental en la historia política de nuestro país tras el advenimiento de la democracia, aunque poco y nada se dice al respecto.

 



Teniente Coronel Augusto José Vidal, al dejar la jefatura del 
Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 en el año 1979.


 Lo conocí a principios del “año del mundial” y a poco de haber sido incorporado al Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 en la ciudad de Santo Tomé, provincia de Santa Fe (hoy, Batallón de Ingenieros 1 Cnel. Czetz). Con el grado de Teniente Coronel era su jefe, secundado por los mayores Julio Molinas (II Jefe) y García (J. Operaciones).

 

I Acto

 

Entre las muchas anécdotas que seleccionamos para el libro “Hubo penas y olvidos – la Guerra por el Canal del Beagle, islas e islotes adyacentes”, hay una que lo tiene como protagonista. Faltaban pocas semanas para que la unidad comenzara su desplazamiento hacia el sur del país y la comandancia del batallón dispuso realizar una revista de tropa y equipamiento. En esa situación los efectivos del Batallón formaron en secciones conforme al Rol de Combate y Vidal -eguido de Molinas y García- fue recorriendo cada una de ellas y preguntando función y manejo de armas e instrumental.

Había un dragoneante que portaba una pistola lanza cohetes y el Teniente Coronel le preguntó que arma portaba:

“Luego de pensarlo durante unos interminables segundos respondió a viva voz “¡Es una bazuca mi teniente coronel!” sorteando así el aspirante a cabo de reserva exitosamente la primera de las preguntas. Pero no ocurrió lo mismo con la siguiente.

“¿Sabe utilizarla dragoneante?”, preguntó el teniente coronel, también en voz alta.

Ya los segundos se transformaron en minutos. La reiteración de la pregunta fue un fuerte grito que pareció retumbar en cada rincón del extenso cuartel y aceleró la transpiración en la frente del interrogado.

“¡No, mi teniente coronel!”, respondió el joven.

Pasó el oficial a la sección siguiente meneando su cabeza y encaró a un sargento primero que tenía con ambas manos una escala como las que utilizan arquitectos e ingenieros junto al teodolito. 

“¿Que sección integra sargento primero?”, quiso saber el jefe.

“¡La sección mediciones mi teniente coronel!”, respondió de inmediato el suboficial, también en voz alta.

“¿Y que tiene que medir sargento primero?”, volvió a la carga el interrogador. Silencio.

“¡Qué es lo que tiene que medir, carajo!”, se impacientó el oficial jefe.

“¡Lo que ud. me ordene mi teniente coronel!” fue la respuesta que terminó desatando la ira del mandamás de la unidad.

“¡¿Y si su teniente coronel le pide que mida un sorete ud mide un sorete sargento primero?!” vociferó.

Breve pausa y el “¡Sí, mi teniente coronel!” motivó un murmullo de risas que se apagó de inmediato cuando el comandante del batallón convocó a todos los jefes de compañías y secciones al centro de la formación para reprocharles a viva voz lo que estaba ocurriendo.

“¡¡¡Los jefes de sección conmigo carrera march!!!” vociferó Vidal mientras los oficiales y suboficiales a cargo salían disparados a su encuentro. Nos íbamos a la guerra y parecía que nadie sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer. Mal comienzo.

No logré entender lo que el teniente coronel les indicaba a viva voz a sus subordinados de todas las jerarquías pero sus brazos y manos trazaban en el aire firuletes desalentadores”.

 

Se fue de pase a comienzos de 1979, poco tiempo después de lograr mi baja, anticipada como licencia especial, en febrero de ese año. Es que en las tres fuerzas armadas los traslados se vieron demorados por la masiva movilización que había comenzado en octubre de 1978, cesó parcialmente en enero del año siguiente y se mantuvo hasta junio de 1979.

Su traslado y mi baja no impidieron que volviera a saber de él; aunque no lo fue en lo inmediato.

 

II Acto

 

En junio de 1982, pocos días antes de la capitulación de Malvinas, el jefe de redacción del diario para el cual trabajaba (El Federal) me encomendó “cubrir una nota en uno de los cuarteles de Santo Tomé”.

Sin saberlo, en esta pequeña historia me vincularía -aunque fuera fugazmente- con dos personas de marcado rol en la entonces vida democrática incipiente. Quien me ordenaba cubrir periodísticamente era César Jaroslavsky, un año después, ladero de Raúl Alfonsín y -como vocero parlamentario- el “autito chocador” del radicalismo en la Cámara de Diputados de la Nación. Jaroslavsky estaba siempre dispuesto a defender a capa y espada a su amigo personal Alfonsí, aún antes de su elección como presidente de la Nación.

En el otro extremo de mis circunstancias estaba, precisamente Vidal, pero debo admitir que el encuentro fue tan silencioso como sorpresivo. Era la primera vez que volvía al cuartel desde mi baja y –por los tiempos y hechos que transcurrían- lo encontré sumergido en un silencio sepulcral y casi desierto. No se vía tropa ni mandos por sus calles como era habitual en aquel 1978.

En medio de un gran despliegue periodístico, incluyendo un móvil de la entonces ATC (Argentina Televisora Color), llegó una columna de automóviles de la cual descendió el General de División Cristino Nicolaides, comandante en Jefe del Ejército.

La comitiva militar, encabezada por el comandante, se dirigió a paso raudo desde el frente del edificio de Mayoría, cruzando la plaza de armas, hasta el micro cine que funcionaba al lado del casino de soldados.

Detrás de Nicolaides pasó a mi lado Vidal. No me vio y no sé por qué no le salí al cruce. Solo pude ver su jineta de Coronel. Era el secretario del comandante en Jefe.

 

III Acto

 

Tras ese encuentro fugaz no volví a saber de él hasta 1987, con el inicio de los levantamientos “carapintadas” encabezados por el entonces Teniente Coronel Aldo Rico y luego por el Coronel Mohamed Alí Seineldín.

Para entonces trabajaba como secretario de redacción en el servicio de noticias de LRA 14 Radio Nacional Santa Fe.

Para comienzos de aquel año, Vidal había alcanzado el grado de General de Brigada -y el cargo de Segundo Comandante de Institutos Militares- aunque no recibió el reconocimiento merecido jugó un rol más que importante en la primera sublevación lo cual permitió que en nuestra historia se diera aquello de “Argentinos… ¡¡¡felices pascuas!!!” vociferado por Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada.

En Semana Santa de 1987 Rico abandona su mando natural en una unidad de Misiones y aparece en Campo de Mayo. La asonada está en marcha y comienzan a adherirla varias unidades del Ejército diseminadas por el país. Fueron 4 días de adrenalina pura.

El domingo, cuando todo parecía perdido y –según se dice- se había preparado un avión de evacuación para Alfonsín y parte de su comitiva, el presidente de la Nación le pidió a la muchedumbre nucleada en Plaza de Mayo que lo aguardara y abandonó el famoso balcón.

Y es allí, desde el anonimato, que había entrado en acción el General de Brigada Vidal. Acompañó a Alfonsín hasta Campo de Mayo y fue garante de la vida, integridad física y libertad ambulatoria del presidente.

Ya en pleno vuelo del helicóptero que transportaba a Alfonsín y un reducido grupo de colaboradores, Vidal convenció al presidente que no descendiera en la Escuela de Infantería (bajo pleno control carapintada) sino que se dirigieran al Comando de Institutos Militares (bajo control del propio Vidal). Y así lo hicieron.

Durante una entrevista dada en abril de 2022 al diario La Nación, Aldo Rico aseguró que nunca le entregó a Alfonsín una lista con candidatos de su preferencia para hacerse cargo de la fuerza, tal como lo aseguraba el entonces Ministro de Defensa Horacio Jaunarena.  

“Jaunarena no estaba ahí. No, Alfonsín me pregunta a quién nombro. Yo le dije: ´Presidente, esa es una responsabilidad suya´. ´¿Pero usted qué dice?´, insistió. Le dije textualmente: ´Échelos a todos, nombre al más moderno´. ´¿Quién es?´, me pregunta. ´El general Vidal, le digo, está ahí en la puerta´”.

Y en efecto, Vidal permaneció afuera del recinto para evitar cualquier desmadre de la situación.

En ese contexto el diario El País de España, daba cuenta en su edición del 20 de abril de 1987 que el General de Brigada Vidal podría ser el nuevo comandante en Jefe, anticipando que para ello debían pasar a retiro entre 13 y 15 generales.

Si bien la purga generalizada se consumó, Vidal no fue designado por Alfonsín y también fue pasado a retiro.

El citado diario El País, en su edición del 23 de abril de 1987 publicó: “Vidal es la mayor pérdida para la democracia: se trata del general más solvente, intelectual y comprometido con las exigencias y necesidades de la democracia argentina. (…) que se sacrificó para que Alfonsín lograra la rendición incondicional de Aldo Rico en Campo de Mayo aconsejándole (Alfonsín quería ir directamente a la sublevada Escuela de Infantería) y amparándolo en todo momento”.

El General de Brigada (r.) Augusto José Vidal falleció el 1° de Julio de 2007.


miércoles, 19 de octubre de 2022

BATALLÓN DE PROTECCIÓN 122

 

Un rol más que importante en la Reserva Estratégica

 En este blog, en otra oportunidad, ya nos hemos ocupado de este tipo de unidades (ver “El error conceptual de algunos soldados reservistas”, 19 de mayo de 2018) e insistimos en ello atento a varias conversaciones que hemos mantenido con quienes las integraron. Haber sido parte de las tropas diseminadas por el área de Seguridad Estratégica del Noreste (S.E.N.E.) no resultó una cuestión menor ni insignificante en el marco de las acciones previstas en la Operación Soberanía.



Quizás fue uno de los últimos actos formales y públicos que se desarrollaron en la vieja sede del Liceo Militar “General Manuel Belgrano” antes de abandonar aquellas instalaciones -inauguradas en 1948- de Avenida Blas Parera al 8200 en la capital santafecina, para emplazarse en un nuevo destino.

Los rumores de cambios comenzaron a sonar a principios de 1978 y fue confirmado en septiembre de ese año por las autoridades nacionales: Se concretaría un enroque edilicio con el Instituto Nacional de Lucha contra la Tuberculosis / Hospital Sayago (emplazado sobre la ruta 11 en jurisdicción de la localidad de Recreo). Se había planificado concretar las mudanzas antes de que terminara “el año del mundial”, pero la realidad política internacional preparó otra agenda y la mudanza se postergó hasta principio de 1979.

Y el 14 de febrero de éste último año tuvo lugar en la plaza de armas el acto de entrega de la bandera oficial de ceremonias del denominado “Batallón de Protección 122”, encabezado por el segundo comandante del II Cuerpo de Ejército General Luciano Jáuregui y el jefe interino de la Guarnición Militar Santa Fe (y director del liceo) Coronel José María Frutos.

La unidad en cuestión había sido creada por el Decreto S 3044 (de carácter reservado y recién desclasificado en el año 2017) para cubrir lo que técnicamente se denominó área de Seguridad Estratégica del Nor Este (SENE) que comprendía las provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos.

La unidad fue conformada por soldados rasos de las clases 1952, 1953, 1954, 1955 y 1958 reincorporados al servicio activo, algunos de los cuales lo hicieron con el grado de Cabo en comisión (ex Dragoneantes) y Subteniente en comisión (ex Aspirantes a Oficial de Reserva - A.O.R.). Se sumaron los egresados del propio Liceo Militar como subtenientes en comisión (del arma de infantería), suboficiales y oficiales que ya habían pasado a retiro, integrantes de bandas de música y personal de servicio (cocineros, talabarteros, carpinteros, administrativos, etc.). Dentro la oficialidad reservista algunos fueron incorporados como tenientes o teniente primeros dependiendo de los cursos que hubieren hecho y aprobado. Si bien algunos pocos portaron el clásico Fusil Automático Liviano (FAL), en su mayoría la tropa fue dotada de fusiles Máuser modelo 1909 (que habían sido retirados del servicio en 1960), pistolas ametralladoras PAM 2 y pistolas Ballester Molina, todo de fabricación nacional. Al frente del batallón fue designado el Teniente Coronel Enrique Gómez Saa.

Otra unidad de similares características se creó en Campo de Mayo e identificada como “Batallón de Protección 101”, aglutinando a solados reincorporados en similar situación a los anteriores, más egresados del “Liceo Militar General San Martín”.

Esta unidad llegó a contar con algo más de 1.000 efectivos que fueron equipados con fusiles Mauser, pistolas Ballester Molina 11.25, ametralladoras Madsen calibre 7.62 mm (de la 2ª guerra mundial), morteros Brandt de 81mm y cañones Oerlikon de 20mm. Su misión principal –que no llegó a concretar en plenitud- era cubrir el Sud-Oeste de la provincia de Buenos Aires para dar seguridad general y para neutralizar la acción de comandos enemigos que pudieran haber penetrado nuestro territorio.

Mientras el grueso del Batallón 101 permaneció en Campo de Mayo, llegando a desplazar algunas secciones hacia el sudoeste de la provincia de Buenos Aires con la misión de detectar -llegado el caso- comandos y observadores adelantados del ejército chileno, los componentes del Batallón 122 fueron distribuidos a lo largo de la frontera con Brasil.

El por qué se utilizó allí a la reserva y el por qué no se denominó técnicamente a la región comprendida por el área de la S.E.N.E. como teatro de operaciones, pese al desplazamiento de tropas y armamentos, tiene su explicación y fundamentos desde la técnica militar, las normas del derecho internacional de guerra y la diplomacia.

Porque por imperio de las leyes 16.790/68 y 17.649/68 hubiere significado una declaración de guerra de hecho a la República Federativa del Brasil. Y los vecinos del Este ya habían adelantado algunas unidades con gran poder de fuego hacia las márgenes de los ríos Iguazú y Uruguay, disponiéndolas desde Foz do Iguazú (frente a Puerto Iguazú) a Barra do Quaraí (frente a Monte Caseros).

Y esto último queda corroborado con anécdotas como la contada por un entonces joven subteniente en comisión, asignado al Batallón de Protección 122, apostado en la frontera Este de Misiones, que durante el día realizaban interminables patrullajes por la zona selvática agobiados por el calor, los mosquitos y el agua racionada. Y por las noches les resultaba muy difícil conciliar el sueño para reponer energías porque a la caída del sol la artillería brasilera comenzaba con rondas de disparos en su propio territorio bajo el pretexto de meros ejercicios o maniobras ordinarias. Las explosiones se mantenían casi hasta el amanecer y tenían un múltiple propósito, entre estos, marca presencia y anunciar una clara predisposición para el combate, además de crispar los nervios de las tropas destinatarias de aquel mensaje.

El 26 de enero de 1979 mediante el Decreto S 200, al igual que los teatros de operaciones, el Área de Seguridad del Nor Este (S.E.N.E. / Zona de Protección), había sido desarticulada para dar muestras al Vaticano de la predisposición argentina para que las negociaciones que iniciaba el cardenal Antonio Samoré arribaran a buen puerto. Pero esta desactivación no fue óbice para el tipo de ceremonias que pretendemos rescatar del olvido.

Otras unidades, creadas especialmente para participar del ORBAT (Orden de Batalla) también recibieron sus estandartes después de aquel decreto, como el caso del Batallón Logístico 2 Movilizado al que se le hizo entrega de la enseña nacional el 30 de enero de 1979. Este batallón, creado el 18 de diciembre de 1978, estaba integrado por la Compañía de Arsenales 2 (Paraná), Compañía de Sanidad (derivada desde el Hospital Militar de Paraná), Compañía de Transporte Movilizada y la Sección de Intendencia 2 (desprendida del Comando de la II Brigada de Caballería Blindada).

En el contexto del plan de acciones desarrollado por el alto mando argentino los batallones de protección hicieron un real aporte al igual que las unidades asignadas como Reserva Estratégica. Tal los casos de la II Brigada de Caballería Blindada que se apostó al sur de la provincia de Buenos y Este de La Pampa con algunas secciones adelantadas hacia el Oeste, y el Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 que permaneció en su territorio natural (provincia de Córdoba). Ambas unidades actuarían en conjunto en caso de que las tropas chilenas lograran contraatacar en su punto medio fronterizo para comenzar un avance hacia la ciudad de Bahía Blanca.

 

 

domingo, 9 de octubre de 2022

FIRMAT Y CAÑUELAS

 

Encuentros y jornadas de reconocimiento a Veteranos del Beagle

 Soldados firmatenses que participaron en 1978 de los ejercicios militares en defensa de la soberanía nacional promovieron un programa de actos que contó con el respaldo de la Intendencia, del Concejo Municipal y de la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe. También hubo una reunión de ex soldados del Regimiento de Infantería 24 que en aquel año tuvo su asiento de paz en Río Gallegos.

 

Placa recordatoria (izq. arriba); Reconocimiento Cámara de Diputados (izq. centro); Reconocimiento municipal (izq. abajo); Coronel Juan M. Bianco comandando la formación (dcha. arriba); Medalla otorgada a los veteranos (dcha. abajo)


Los pasados días 6 y 7 se vivieron en la localidad del departamento General López momentos muy emotivos al llevarse a cabo una nutrida agenda prevista para homenajear a quienes, a fines de 1978 y cumpliendo con el entonces servicio militar obligatorio, fueron movilizados hacia la extensa frontera Oeste.

La agenda se inició con charlas de información y esclarecimiento dictadas en establecimientos escolares. Por su parte, el Corredor Inmobiliario Fernando Abraham, de la localidad de Marcos Juárez (Córdoba) presentó ante los alumnos de la Escuela Técnica “General Savio” su libro “Veteranos del canal del Beagle”, en tanto que el Dr. Ricardo Veglia, oriundo de la capital santafesina, hizo lo propio ante alumnos, docentes y directivos del Colegio Normal Hermanas Mercedarias, respecto de su libro “Hubo penas y olvidos – La guerra por el canal del Beagle, islas e islotes adyacentes”.

En ambos casos las disertaciones fueron seguidas con suma atención por los presentes.


Conferencias. Ante alumnos de la escuela de las Hnas. Mercedarias (izq.) y 
frente a veteranos y público en general en el auditorio municipal (dcha.)


En horas de la tarde, y en el auditorio de la Municipalidad de Firmat tuvo lugar una nueva presentación de los libros antes indicados -aunque en este caso correspondiente a la guerra de Malvinas- sumándose la antología “Mario Vilca Condorí – el soldado más joven fallecido en combate”, una recopilación de Estela Ceballos y escrita por Pablo Ucedo.

Ante una nutrida concurrencia Abraham reiteró la presentación del libro de su autoría, en tanto que Veglia dictó la conferencia “Beagle ¿La guerra del ´78?” que fue seguida con suma atención por parte del público presente entre los que se encontraban funcionarios municipales, estudiantes, soldados que participaron en la movilización militar, familiares y público en general.

Durante su exposición el disertante brindó los fundamentos, desde la técnica y reglamentos militares, las leyes argentinas y el derecho internacional de guerra, para explicar qué fue lo que en verdad ocurrió en lo que muchos recuerdan solo como “el año del mundial”.

Por la noche, la Municipalidad local agasajó a todos los veteranos del Beagle con una cena en la Posta de Juárez.



Formación frente a la plaza Malvinas Argentinas (arriba), 
desfile por las calles de Firmat (abajo).

El viernes por la mañana los veteranos de la guerra por el canal sureño desfilaron por calle Hipólito Irigoyen contorneando plaza Malvinas Argentinas para tomar posición finalmente sobre avenida Santa Fe donde tuvo lugar una formación encabezada por el Coronel (r.) Juan M. Bianco.

La ceremonia se inició con la entonación de las estrofas del himno nacional tras lo cual el sacerdote Mauricio Dave tuvo a su cargo el oficio un religioso y a posteriori hizo uso de la palabra el intendente municipal Leonel Maximino quien cerró su alocución con un emotivo “Soldados del Beagle, la comunidad de Firmat los abraza”.

Seguidamente, autoridades, la formación y el público presente se desplazaron para dejar inaugurado el monumento en homenaje a los veteranos del Beagle, descubriéndose una placa con la leyenda: “En homenaje a los veteranos llamados a defender la Soberanía Argentina en 1978, durante el conflicto del Canal del Beagle. Firmat, 7 de octubre de 2022, Intendente F. Leonel Maximino”.

Momento muy conmovedor resultó la renovación del compromiso de fidelidad a la enseña nacional cuando el coronel Bianco demandó a la formación “¿Juráis a la Patria seguir constantemente a su bandera y defenderla hasta perder la vida si fuere necesario?”, lo cual fue respondido por un estridente “¡Sí, Juro!”.

Cerrando el acto central, la formación de veteranos del Beagle desfiló frente a las autoridades rindiéndoles honores con el clásico saludo militar.

Cabe destacar que la columna, en esta oportunidad, fue encabezada por una sección de Veteranos del “Operativo Independencia” que en 1975 combatieron en el monte tucumano y que tampoco son reconocidos por el Estado nacional.

 

Declaraciones

 

El homenaje llevado a cabo tuvo varios reconocimientos oficiales además del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad anfitriona.

El Concejo Municipal de Firmat lo hizo mediante la Resolución N° 1.025/22 del 22 de septiembre del año en curso en tanto que la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe lo había declarado de su interés el 6 de octubre de 2022.

 

También en Cañuelas

 


De ayer a hoy. Soldados del Regimiento de Infantería Mecanizada 24 (Río Gallegos)

reunidos en provincia de Buenos Aires.

Por otra parte, el domingo 9 se reunieron en la ciudad de Cañuelas, cabecera del departamento homónimo en provincia de Buenos Aires, soldados que prestaron servicios a la Patria en el Regimiento de Infantería 24, emplazado en la ciudad de Río Gallegos pero que por disposición del comando del Teatro de Operaciones Sur la unidad fue movilizada a cubrir la zona de Río Turbio.

Es de estacar que desde hace tiempo un grupo de soldados, suboficiales y oficiales que pasaron por aquella unidad se vienen reuniendo periódicamente para continuar fomentando los lazos de amistad y hermandad surgidos en los tiempos de cuartel.

 

sábado, 11 de diciembre de 2021

RECONOCIENDO LA ADVERSIDAD

 

LA IMPROVISACIÓN CARACTERIZÓ A VARIAS UNIDADES DEL EJÉRCITO CHILENO

La estrategia argentina dio sus frutos inmediatos: las tropas terrestres y la fuerza aérea debieron dispersarse ante un frente amenazado in extenso, lo cual obligó a agudizar el ingenio y confiar un eventual éxito de las operaciones de defensa o ataque en el patriotismo.

 



Capitán Aníbal Barrera Ortega, del Ejército de Chile, durante una entrevista en 2.018.



Entendemos que, al menos inicialmente, el alto mando militar argentino administró muy bien sus recursos y posibilidades en aquel olvidado 1978. Desplegar sus tropas a lo largo de toda su frontera Oeste obligó al adversario a dosificar cuidadosamente los elementos disponibles para enfrentar un ataque. Y así, la improvisación trató de ganarle a la escases de pertrechos y cantidad de efectivos mínimos indispensables para tal cometido.

Y así, a mediados de aquel año (recordemos que Chile comenzó su movilización militar en forma sigilosa y mucho antes que Argentina), empezaron a surgir los problemas. Al verse obligados a dispersar su defensa, las unidades más importantes (y con ello todo su equipamiento) fueron destinados al Sur quedando entonces desguarnecida la frontera Norte (Perú / Bolivia), como también la central y del Noreste (Argentina).

Era tan acuciante el panorama que la mayoría de los tanques y aviones aptos estaban en el Teatro de Operaciones Austral (T.O.A., tal la denominación dada) dispuesto por el mando chileno al igual que los más poderosos regimientos. Fue tal la desolación en la zona central que ninguna unidad de ingenieros había quedado disponible para cubrirla, en cuyo radio se incluía a Santiago.

En el mes de Junio se dispuso crear la Compañía de Ingenieros de la III División de Ejército con asiento en el Regimiento de Infantería de Montaña N° 17 “Los Ángeles” ubicado en la ciudad con igual nombre, ubicada a 510 kms de Santiago. Pero su armado tampoco resultó tarea sencilla.

Un radiograma dirigido al Coronel Jorge Núñez Magallanes, director de la Escuela de Ingenieros de “Tejas Verdes”, ubicada en la localidad de San Antonio (región de Valparaíso) le imponía la designación de un capitán, un teniente y un cabo para armar la compañía en cuestión. Como se mantenía aún en el más absoluto secreto cual era la misión a encomendar y como ninguno de los asistentes a los cursos del instituto militar estaba dispuesto a dejar el lugar que se habían ganado a fuerza de mérito y foja de servicios intachable, se propuso definirlo por sorteo. Pero finalmente el ofrecimiento del capitán Anibal Barrera Ortega evitó tal extremo.

El oficial designó directamente al subteniente Máximo Mardones Melo -subalterno con el cual ya tenía trato y conocimiento- como el segundo oficial requerido, sumándose al dúo el suboficial faltante. De inmediato fueron transferidos al RIM 17, que estaba al mando del Teniente Coronel Nelson Robledo Romero, y a los pocos días de su llegada recibieron 70 soldados provenientes del Regimiento de Ingenieros de Montaña N° 2 “Puente Alto” (Gran Santiago).

El segundo inconveniente fue que la tropa había sido enviada solo con el uniforme puesto. Ni equipamiento complementario, ni armas, lo que obligó al capitán Barrera Ortega a realizar intensas gestiones para tal cometido. Finalmente consiguió se le enviarán 100 fusiles SIG. No tuvo igual suerte con el pedido de provisión de minas anticarros logrando conseguir que le enviaran solo un centenar de minas antipersonales.

Pero los inconvenientes no cesaron. Al jefe de compañía se le dio la orden de licenciar de inmediato a los 70 conscriptos y convocar, en su reemplazo, a civiles voluntarios, lo que retrasó el alistamiento de la subunidad.

Solucionado esto, una nueva orden siguió horadando el ánimo de los responsables de la Compañía de Ingenieros: debía enviar los fusiles SIG hacia el T.O.A., recibiendo en su reemplazo igual cantidad de fusiles Mauser, pero con limitada ronda de municiones.

Tras la llegada de los nuevos reclutas, se sumaron a la subunidad el Teniente Federico Holzsauer Bruna, el Subteniente Gaspar Weinsperger Loyola, como así también 16 Cabos Segundos procedentes del Regimiento de Infantería de Montaña N° 18 “Guardia Vieja” (ciudad de Los Ángeles).

A finales de octubre de 1978 el Capitán Barrera Ortega recibió la orden de marchar con su compañía hacia la localidad de Antuco, a 441 Km de Santiago y a 65 Km de Los Ángeles.

Hay que destacar que se encuentra allí la presa hidroeléctrica homónima, al igual que las de El Toro y Abanico, en las márgenes del río Laja, y que eran uno de los objetivos de la aviación argentina y las tropas que avanzarían desde el Teatro de Operaciones Nor Oeste (T.O.N.O.) bajo la comandancia del General Menéndez.

En la posición la compañía quedó bajo la comandancia del Teniente Coronel Ramón Guajardo Valtierra, responsable de la línea defensiva de Piedra del Indio.

A poco de arribar a la posición el capitán Barrera Ortega ordenó el inicio de la colocación de los explosivos, llegando a distribuir un total de 3.567 trampas (ya que por la falta de elementos propios muchas fueron realizadas artesanalmente).

Como el 5 de diciembre un avión Pucará de la Fuerza Aérea Argentina sobrevoló a muy baja altura la zona, sorprendiendo a los ingenieros en plena faena, Barrera Ortega estimó que habían sido fotografiados minando el terreno, razón por la cual mandó realizar trampas falsas para desorientar a los atacantes (levantar pequeños montículos de tierra removida dando la impresión de la existencia de un explosivo).

El propio jefe de la Compañía de Ingenieros destacó años después de los hechos y durante una entrevista dada a Interferencia.cl: “Nuestra diferencia con los argentinos era apabullante. Ellos contaban con un batallón de Infantería completo, lo que significa más de 700 hombres, a lo que se debía agregar el personal de Artillería y de los servicios logísticos. El batallón liviano chileno apenas si llegaba a los 250. La compañía de Ingenieros tenía 95. Por si fuera poco, los soldados argentinos tendrían el apoyo de un grupo de Artillería de 12 bocas de fuego de 105 mm”.

Agregó durante esa entrevista que “Logísticamente, estaban muy bien abastecidos. Desde la parte más alta de los pasos Pilunchaya y Copulhue, podíamos darnos cuenta de que, además de comida caliente, recibían grandes cantidades de manzanas y muchas cajas con botellas de Coca-Cola. Era pintoresco ver a los soldados-conscriptos argentinos asolearse con el torso desnudo y frotado con esa bebida para conseguir un óptimo tostado de la piel”.

La sinceridad del capitán Barrera Ortega no hace otra cosa que confirmar los datos de superioridad de las fuerzas beligerantes argentinas existentes en aquellos tiempos. Pero además el oficial recuerda el asombro experimentado sobre otras cuestiones: “Nos resultó extraño que tuvieran una unidad de Ingenieros que estaba en condiciones de desplegar una pista metálica de aterrizaje. Los informes chilenos de Inteligencia no hablaban de que el batallón argentino contara con apoyo aéreo. Pero se supo más tarde que en Neuquén estaba operable un avión Pucará IA-58 dotado de tren de aterrizaje triciclo, y que contaba con capacidad fotogramétrica”.

Recordemos que la función de los batallones de ingenieros atacantes es, precisamente abrir brechas para permitir el paso de la infantería y blindados, por lo que la sorpresa del oficial chileno se centra en el apoyo aéreo que esta unidad recibiría, aunque su estimación –en base a como dice, la inteligencia militar- es desacertada. La Fuerza Aérea Argentina disponía de numerosos aviones para atacar la zona.

A más de 40 años de aquella vivencia, y coincidiendo con las sensaciones y necesidades de muchos componentes de las tropas argentinas, algunos soldados, suboficiales y oficiales chilenos tienen -aún- la necesidad de volver a visitar los lugares por los cuales se fueron desplazando. Unos para atacar, otros para defender.

domingo, 26 de septiembre de 2021

DESTRUCTOR SANTISIMA TRINIDAD

El ausente durante el “Operativo Soberanía” en el verano de 1978

 Existen muchas razones por las cuales al gobierno nacional no le resulta agradable convertir al navío en museo. Desde sus orígenes en 1975 hasta el “Operativo Virgen del Rosario” de 1982 se evidencian las huellas del terrorismo.

 





Cuando el pasado 23 de septiembre el juez federal de Bahía Blanca, Dr. Walter López Da Silva, hizo lugar a una acción de amparo promovida en soledad por el ciudadano Jorge Eduardo Oliver con el patrocinio del abogado Rodrigo Emmanuel Reynoso, la mirada de la prensa se posó sobre el buque ARA Santísima Trinidad D-2 y lo que parecía un pasado abreviado: su participación en la guerra de Malvinas.

La Justicia ponía así freno a la orden presidencial disponiendo su venta como chatarra mediante el Decreto 1017 del año 2020 que lleva las firmas de Alberto Fernández y Agustín Rossi y que fuera publicado en el Boletín Oficial el 17 de diciembre de aquel año.

Oliver proponía en su demanda que la embarcación sea asignada en guarda a la Fundación “20 de Noviembre” para su protección y que se la retire de la oferta para desguace poniéndola bajo el amparo de la ley 25.197 que establece el “Régimen del Registro del Patrimonio Cultural”. Momentáneamente, el juez López Da Silva, suspendió el proceso de venta como medida cautelar hasta tanto se dirima la cuestión de fondo.

Pero mientras esto sucede (ya que el proceso será largo dado que el Estado intentará disimular su propia torpeza e inoperancia) el caso atrajo la atención de la prensa, pero con lo que parece un historial abreviado, o seccionado.

Todos toman en cuenta la participación del ARA Santísima Trinidad en la “Operación Virgen del Rosario” transportando al alto mando de la acción (dado que fue la nave insignia) y a los comandos anfibios que desembarcaron en las islas Malvinas el 2 de abril de 1982.

Pero, se podría decir, que aquel hecho histórico fue la revancha del destructor y para comprender esta afirmación debemos seguir en reversa su historial para obtener un visión completa y no sesgada.

Debemos remontarnos al origen del navío, diseñado por el astillero británico Vickers Shipbuilding a fines de la década del 60. El Santísima Trinidad tiene un gemelo (el ARA Hércules D-28) pero mientras éste fue construido en la fábrica inglesa, el primero fue traído al país desguazado y para su ensamble en el astillero Río Santiago.

Y aquí surge otra anécdota. Ambas embarcaciones, se podría decir, son primas del HMS Sheffield, fragata hundida por la heroica Fuerza Aérea Argentina en 1982. El por qué esta es considerada fragata y los otros dos destructores, es por una cuestión de clasificación que hacen las respectivas armadas.

En 1975 comenzó el ensamble de Santísima Trinidad pero el 22 de agosto de ese año el buque fue dinamitado por la sección “Arturo Lewinger” de la organización terrorista Montoneros, comandada por Máximo Fernando Nicoletti, quien había sido entrenado como buzo táctico a partir de la praxis adquirida en su Puerto Madryn natal. A fines de los ´80 Nicoletti fue capturado y en cautiverio se convirtió en informante y agente de la armada, fuerza que en 1982 le encomendó planificar la Operación Algeciras para intentar hundir algún barco británico anclado en el peñón de Gibraltar. Pero volvió a ser capturado, esta vez, por la policía española.

El atentado de 1975 hizo que se retrasara la entrada en servicio del ARA Santísima Trinidad hasta mediados de 1980, por lo que en el verano de 1978 no pudo formar parte de la FloMar junto al ARA Hércules. Ambos destructores tenían por misión proteger al portaaviones ARA 25 de Mayo que oficiaba de nave insignia en el “Operativo Soberanía” por el sofisticado sistema de radares con el que habían sido dotados y por contar con modernos misiles Sea Dart. En abril del ´82 la embarcación acusó inconvenientes en su estructura, se dijo, como secuelas de aquel atentado.

El 21 de enero de 2013 –durante la segunda presidencia de Cristina Fernández- el destructor, abandonado y olvidado, se hundió parcialmente en Puerto Belgrano.

Como se advierte, en esta historia -aunque resumida- algo más completa, existen varias razones por las cuales el gobierno nacional tiene un particular interés por deshacerse del destructor. Encarna, como las caras de una misma moneda, dos máculas en el historial de la ideología que los sustenta: haber atentado contra la Patria y el fantasma de un delator y traidor a su propia causa.

 

 

martes, 8 de septiembre de 2020

 A VER SI SE ENTIENDE…

Las razones del porqué se ofrece la historia argentina a retazos

 

Un tuit conmemorativo y su inmediato borrado revelan algo más que un mero acto espasmódico político-institucional. Y al historial de hechos de nuestro país le faltan varios pedazos cuya ausencia encuentran su acabada explicación en lo que ocurrió recientemente.

 


 Los Agustines. Jefe del Ejército Argentino, General de División

 Agustín Cejas y Ministro de Defensa, Agustín Rossi.




En su red oficial de twitter el Ejército Argentino rindió homenaje al subteniente Rodolfo Berdina y al soldado Ismael Maldonado, caídos en combate en el monte tucumano en 1975 durante el “Operativo Independencia”.

Cayeron bajo las balas de milicianos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) durante una emboscada.

Hoy día dos localidades de Tucumán los homenajean con sus nombres: Teniente Berdina, fundado en 1977 y Soldado Maldonado, ubicados a 37 Km y a 67 Km –respectivamente- de la capital.  

La evocación, y surgida desde la propia institución castrense, generó malestar en organismos de derechos humanos y la inmediata reacción del Ministerio de Defensa, lo cual concluyó con el inmediato borrado del tuit por orden del jefe del Ejército, General de Brigada Agustín Cejas. El mismo que había dispuesto su difusión.

Los fundamentos: que Berdina y Maldonado formaron parte del aparato represor de la dictadura militar que imperó en nuestro país entre 1976 y 1983.

Pero ocurre que ambos murieron en plena democracia y antes de aquel periodo. Y además, estaban cumpliendo las órdenes de “aniquilamiento” que había impartido el gobierno peronista de turno.

Por otra parte, Berdina contaba con 22 años, recién egresado del Colegio Militar y fue ese su primer y fatal destino. Maldonado, tenía 21 años y era un soldado convocado para cumplir con el servicio militar obligatorio. Ninguno de los dos participó en ningún acto preventivo ni represivo del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Pero la excusa esgrimida para limpiarlos de la historia tiene los mismos fundamentos de la condena al olvido de todos los soldados que se vieron involucrados en el “Operativo Independencia” (1975) y en el “Operativo Soberanía” (1978).

“Mientras nosotros seamos gobierno ustedes no van a cobrar un centavo” les espetó en la cara en plaza de Mayo de la capital santafesina y antes del inicio de un plenario justicialista en el cine Garay, a los manifestantes que reclamaban ser reconocidos como ex combatientes por haber sido movilizados en 1978 para la guerra por el canal del Beagle, islas e islotes adyacentes.

Pese a ello (los fundamentos siempre repetidos y la advertencia del dirigente) fue ese mismo partido el que impulsó una docena de proyectos de ley para reconocerlos. Claro, fue un falso estímulo porque ninguna de esas iniciativas salió de la primera comisión parlamentaria con la cual debía iniciar el proceso de debate para obtener un dictamen favorable que permitiera su presentación y tratamiento en la Cámara de Diputados de la Nación.

Esos 12 proyectos, sucedidos en distintos momentos tuvieron algo en común: fueron promovidos en vísperas de elecciones, presidenciales o parlamentarias. Con lo cual se advierte una excelente estrategia política, pero no por ello deja de ser una perversa acción que solo estuvo orientada a captar votos.

El año 2021 traerá nuevamente una agenda electoral ríspida, y por si no se suspenden las elecciones bajo el pretexto del siempre vigente –para entonces- virus gestado en China, ya comenzaron los primeros movimientos para atraer la atención de los sobrevivientes de aquellas 250.000 almas movilizadas en 1978. Cifra más que atractiva, aún en su mínima expresión, para todo candidato a lo que fuere.

Por eso, hay que estar atentos y no dejarse tentar una vez más por las falsas promesas. Está claro, los soldados que participaron en el “Operativo Soberanía” formaron parte del aparato represor de la dictadura y mientras esa idea siga siendo gobierno, como ya lo anunciaron, nunca serán reconocidos y continuarán bajo la terrosa alfombra del olvido.

 

viernes, 31 de julio de 2020

DEL 7 X 1 AL 80 %


Solo una parte de la acción: penetrar la primera línea enemiga

La táctica y la estrategia estaban definidas. El día D, precisado. Pero de la mesa de arena al terreno, había una gran diferencia.





Conforme vamos obteniendo datos, a través de documentación o por testimonios de los propios protagonistas (en muchos casos, fuentes calificadas por su posición y rol) lo vamos ingresando a la historia de fondo. Para completarla, y para mantenerla –pese a todo- viva.
En el libro “Hubo penas y olvidos…” contábamos que El 9 de diciembre se le comisionó al grupo comando que integraba hacer un reconocimiento sobre la zona fronteriza y las estancias donde operaban algunas compañías del batallón trabajando a destajo. Salimos antes del amanecer en una Chevrolet doble cabina, nueva, propiedad de la Dirección de Vialidad de la provincia de Santa Fe. El sargento González tenía a cargo la conducción del vehículo y el grupo lo completábamos el teniente primero García, el sargento ayudante Giménez y el dragoneante Sánchez” Es este el comienzo de los hechos a los que nos queremos referir.



El objetivo de aquella presencia fue, ni más ni menos, que realizar un reconocimiento del terreno por el cual al Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 (Santo Tomé, provincia de Santa Fe) se le había asignado la misión de abrir las brechas por donde habrían de pasar las brigadas integradas al V Cuerpo de ejército al mando del general José Antonio Vaquero.
En particular se había ordenado tal acción a las compañías Comando (Teniente Primero Ricardo García) y “A” (Teniente Primero Vicente Belsito) y no hubiera resultado nada sencillo.
Tras la alambrada divisoria de la frontera los ingenieros militares chilenos habían colocado, desde hacía meses, una gran cantidad de minas antipersonales y antiblindados. Detrás, y en algunos puntos, los puestos ordinarios de Carabineros que actuaban más como observadores y alerta temprana. Luego seguía una línea defensiva conformada también por Carabineros, cadetes de las escuelas de suboficiales y oficiales, los Alférez (subtenientes) recién graduados y soldados, también, recientemente incorporados., muchos de los cuales recibieron una rápida y básica instrucción militar en el lugar.
Detrás, una segunda línea, pero ya mejor estructurada. Estaban diseminados los efectivos del Regimiento N° 10 “Pudeto” con sus compañías de infantes, morteros y artillería de campaña. Más al sur, ya sobre la Tierra del Fuego chilena, se había ubicado al Regimiento N° 11 “Caupolicán”, reforzado con compañías del Regimiento N° 1 “Buin” traídas desde Santiago.
Completaban el cuadro las secciones de motos cazatanques (con un conductor y un artillero en cada vehículo aportados por los propios integrantes o requisadas a los civiles) y las montoneras de los Huasos de Buera (baquianos que, a caballo iban pertrechados con sus propias armas domésticas, pero actuaban bajo las ordenes de un suboficial del ejército por grupo). Tanto los motociclistas como los jinetes habían recibido una previa y ligera instrucción militar. Los primeros tenían por misión interceptar blindados argentinos y hacer la mejor puntería posible –mejor si lo era en las orugas- para no desperdiciar el único disparo de sus lanzacohetes, en tanto los otros, cual los gauchos de Güemes, debían -como guerra de guerrilla- atacar y replegarse.
Penetrar esas posiciones, si bien resultaba posible, no hubiese sido tarea sencilla, al punto tal que en aquella primera acción de abrir las brechas (tarea a cargo de los ingenieros militares argentinos) para dar paso a la avanzada, se estimaba que las tropas empeñadas en tal objetivo sufrirían el 80% de bajas.




En la zona de El Zurdo (en la provincia de Santa Cruz y en el último recodo del mapa), detrás del puesto de Gendarmería Nacional, se encontraba uno de los pasos seleccionados para el día D. Y aquel 9 de diciembre del ´78 allí se dirigió el grupo comando del Batallón de Ingenieros 121, que tuve el honor de integrar, al mando del teniente primero Ricardo García para relevar el terreno y tomar contacto con el comandante de la posición de la policía fronteriza a fin de obtener la mayor información posible. Al fin y al cabo, nuestros gendarmes en la frontera hacían lo mismo que los carabineros al otro lado de la histórica alambrada divisoria. Observarse. Tomar nota de cada movimiento, de cada presencia no habitual.
Para que la infantería y blindados argentinos pudieran trasponer ese sector se requería entonces, lo que se dice, abrir las brechas necesarias. Tarea que compete a los ingenieros. Y para ello es necesario conocer el terreno y quiénes están del otro lado (tipo de efectivos, poder de fuego, disposición defensiva, etc.). Los datos obtenidos servirán para definir la acción a emprender, cómo está preparado el adversario y prever, a su vez, qué movimientos espera el enemigo que la propia tropa realice.
Y aquí aparece un dato no menor que guarda relación con esto. Tanto las motos cazatanques, las montoneras y la primera línea chilena habían sido dispuestas para obligar a la avanzada argentina a dirigirse hacia determinados corredores donde serían aguardados no solo por más campos minados sino por terrenos horadados y bloqueados por los ingenieros militares chilenos para “clavar” en el terreno a los vehículos argentinos y hacerlos presa fácil de su artillería de campaña. Es por todo esto que el General Menéndez era uno de los que sostenía que el primer ataque argentino en la zona podría ser rechazado por las fuerzas chilenas las cuales lanzarían una contraofensiva –decía- que podría haber llegado hasta las puertas de Río Gallegos pero que por peso propio se produciría la devolución con un lento repliegue de los invasores hasta diezmarlos en su propio territorio. Es tal vez por esto que un sector del generalato argentino estimaba que sería una guerra larga y sangrienta.
Y efectivamente los planes elaborados en Santiago también preveían, al menos, parte de esta consideración. En sus planes estaba capturar Río Gallegos en una dirección de ataque y en otra, Bahía Blanca, para luego intentar una acción de pinza para terminar ocupando toda la Patagonia.
En consecuencia, si había ataque se sabía de antemano que Chile no solo se defendería, sino que contraatacaría, y por esto la acción de la avanzada argentina no tenía márgenes para errores.
Es por esto también que a quienes se asignaron las tareas de abrir aquellos pasos o brechas sabían también que, conforme a los manuales militares, -como explica el teniente Juan Fernando Etcheverry en “Técnicas y tácticas para la apertura de brechas”- había que conocer la “existencia de obstáculos alámbricos; Claros y rodeos; Composición del campo minado (profundidad, tipo de minas y forma de instalación, minas activadas, etc); y Ubicación de la defensa directa”.
Y en aquel sector sureño, tal misión había sido encomendada a las compañías Comando y “A”, cuyos jefes era los tenientes primeros Ricardo García y Vicente Belsito, respectivamente, quienes tras la información colectada por el grupo comando del batallón más –seguramente- el relevamiento aportado por inteligencia del V Cuerpo de Ejército, habían previsto precisamente que la misión podía concretarse, pero a un alto costo de vidas.




Dieciocho días después de nuestra presencia en El Zurdo, es decir el mismo 22 de diciembre (día D), el general José Antonio Vaquero, en calidad de comandante del Teatro de Operaciones Sur (T.O.S.) nos dirigió una fuerte arenga donde nos reclamaba matar a 7 soldados chilenos antes de caer en combate. Un 7 x 1 que, según sus cálculos, haría imponer el peso numérico de las tropas argentinas por sobre las trasandinas.
Solo conociendo estos detalles, muchísimos años después pude comprender el porqué, días posteriores a aquel reconocimiento de terreno y minutos después de la arenga, había escuchado a un subteniente decir “mi teniente primero, nos mandan al matadero”.
Pero era un estado de guerra y las ordenes debían ser cumplidas. La máxima cuartelera de “el soldado no piensa, ejecuta” se derrama sobre todas las jerarquías cuando se está en el frente de batalla, y estuvo muy cerca de ser una terrible realidad elevada a su máxima expresión.

Mantener la historia viva, solo en Chile


El 3 de diciembre de 2018, ex soldados que integran la Agrupación Valientes de la Pampa, fueron recibidos en el Regimiento N° 10 “Pudeto”, que fuera su cuartel durante 1978. En la oportunidad los recibió el jefe de la unidad teniente coronel Alejandro Moreno Araya, quien les dio la bienvenida reconociéndolos como héroes de la patria. Como se conmemoraban 108 años de la creación de la unidad, se realizó en la misma un acto importante, oportunidad en la que se les permitió desfilar junto a las tropas regulares.
El 18 de diciembre del año pasado, ex soldados del Regimiento N° 1 “Buin” regresaron a la ciudad de Punta Arenas tras 41 años, para recorrer los lugares hacia donde fueron movilizados en 1978.
Estos otrora jóvenes hicieron el servicio militar obligatorio en aquella unidad ubicada en Santiago y durante la guerra por el canal del Beagle fueron movilizados para sumarse al Regimiento N° 10 “Caupolicán”, distribuyéndose en las zonas de Río Grande, Manantiales y Pampa Guanaco. Tenían por misión detener el avance de las tropas de Infantería de Marina que comenzarían a desplazarse desde la Tierra de Fuego argentina.
El 16 de enero de este año 80 ex soldados oriundos, de la localidad de Linares, también retornaron a su viejo cuartel en Punta Arenas para desde allí poder visitar los viejos emplazamientos de las trincheras. También fueron recibidos, con todos los honores, por el jefe de la unidad, pero además por el alcalde de la ciudad anfitriona.
Hay que destacar que el viaje fue posible gracias al aporte económico del alcalde y concejo municipal de Linares.
Pero el acto más emotivo fue, quizás, el llevado a cabo por un grupo de ex soldados que integraron la 2da. Compañía de Fusileros del “10”, que se reunieron en la zona de trincheras de Ci Aike (comuna de San Gregorio) para dar cumplimiento al pedido póstumo que les realizara su entonces jefe, el capitán Rafael Cruz. Fue por esto que, en una pequeña formación, los 16 ex soldados tras entonar el himno de Chile esparcieron al viento las cenizas de su jefe.