Semblanza para un Jefe en los recuerdos del ´78
I Acto
Entre las muchas anécdotas que seleccionamos para el libro “Hubo penas y olvidos – la Guerra por el
Canal del Beagle, islas e islotes adyacentes”, hay una que lo tiene como
protagonista. Faltaban pocas semanas para que la unidad comenzara su
desplazamiento hacia el sur del país y la comandancia del batallón dispuso
realizar una revista de tropa y equipamiento. En esa situación los efectivos
del Batallón formaron en secciones conforme al Rol de Combate y Vidal -eguido de
Molinas y García- fue recorriendo cada una de ellas y preguntando función y
manejo de armas e instrumental.
Había un dragoneante que portaba una pistola lanza cohetes y el Teniente
Coronel le preguntó que arma portaba:
“Luego
de pensarlo durante unos interminables segundos respondió a viva voz “¡Es una
bazuca mi teniente coronel!” sorteando así el aspirante a cabo de reserva
exitosamente la primera de las preguntas. Pero no ocurrió lo mismo con la
siguiente.
“¿Sabe
utilizarla dragoneante?”, preguntó el teniente coronel, también en voz alta.
Ya
los segundos se transformaron en minutos. La reiteración de la pregunta fue un
fuerte grito que pareció retumbar en cada rincón del extenso cuartel y aceleró
la transpiración en la frente del interrogado.
“¡No,
mi teniente coronel!”, respondió el joven.
Pasó
el oficial a la sección siguiente meneando su cabeza y encaró a un sargento
primero que tenía con ambas manos una escala como las que utilizan arquitectos
e ingenieros junto al teodolito.
“¿Que
sección integra sargento primero?”, quiso saber el jefe.
“¡La
sección mediciones mi teniente coronel!”, respondió de inmediato el suboficial,
también en voz alta.
“¿Y
que tiene que medir sargento primero?”, volvió a la carga el interrogador.
Silencio.
“¡Qué
es lo que tiene que medir, carajo!”, se impacientó el oficial jefe.
“¡Lo
que ud. me ordene mi teniente coronel!” fue la respuesta que terminó desatando
la ira del mandamás de la unidad.
“¡¿Y
si su teniente coronel le pide que mida un sorete ud mide un sorete sargento
primero?!” vociferó.
Breve
pausa y el “¡Sí, mi teniente coronel!” motivó un murmullo de risas que se apagó
de inmediato cuando el comandante del batallón convocó a todos los jefes de
compañías y secciones al centro de la formación para reprocharles a viva voz lo
que estaba ocurriendo.
“¡¡¡Los
jefes de sección conmigo carrera march!!!” vociferó Vidal mientras los
oficiales y suboficiales a cargo salían disparados a su encuentro. Nos íbamos a
la guerra y parecía que nadie sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer.
Mal comienzo.
No
logré entender lo que el teniente coronel les indicaba a viva voz a sus
subordinados de todas las jerarquías pero sus brazos y manos trazaban en el aire
firuletes desalentadores”.
Se fue de pase a comienzos de 1979, poco tiempo después de lograr mi baja,
anticipada como licencia especial, en febrero de ese año. Es que en las tres
fuerzas armadas los traslados se vieron demorados por la masiva movilización
que había comenzado en octubre de 1978, cesó parcialmente en enero del año
siguiente y se mantuvo hasta junio de 1979.
Su traslado y mi baja no impidieron que volviera a saber de él; aunque no
lo fue en lo inmediato.
II Acto
En junio de 1982, pocos días antes de la capitulación de Malvinas, el jefe
de redacción del diario para el cual trabajaba (El Federal) me encomendó “cubrir una nota en uno de los cuarteles de
Santo Tomé”.
Sin saberlo, en esta pequeña historia me vincularía -aunque fuera
fugazmente- con dos personas de marcado rol en la entonces vida democrática
incipiente. Quien me ordenaba cubrir periodísticamente era César Jaroslavsky,
un año después, ladero de Raúl Alfonsín y -como vocero parlamentario- el “autito
chocador” del radicalismo en la Cámara de Diputados de la Nación. Jaroslavsky
estaba siempre dispuesto a defender a capa y espada a su amigo personal Alfonsí,
aún antes de su elección como presidente de la Nación.
En el otro extremo de mis circunstancias estaba, precisamente Vidal, pero
debo admitir que el encuentro fue tan silencioso como sorpresivo. Era la
primera vez que volvía al cuartel desde mi baja y –por los tiempos y hechos que
transcurrían- lo encontré sumergido en un silencio sepulcral y casi desierto.
No se vía tropa ni mandos por sus calles como era habitual en aquel 1978.
En medio de un gran despliegue periodístico, incluyendo un móvil de la
entonces ATC (Argentina Televisora Color), llegó una columna de automóviles de
la cual descendió el General de División Cristino Nicolaides, comandante en
Jefe del Ejército.
La comitiva militar, encabezada por el comandante, se dirigió a paso raudo
desde el frente del edificio de Mayoría, cruzando la plaza de armas, hasta el
micro cine que funcionaba al lado del casino de soldados.
Detrás de Nicolaides pasó a mi lado Vidal. No me vio y no sé por qué no le
salí al cruce. Solo pude ver su jineta de Coronel. Era el secretario del
comandante en Jefe.
III Acto
Tras ese encuentro fugaz no volví a saber de él hasta 1987, con el inicio
de los levantamientos “carapintadas” encabezados por el entonces Teniente
Coronel Aldo Rico y luego por el Coronel Mohamed Alí Seineldín.
Para entonces trabajaba como secretario de redacción en el servicio de
noticias de LRA 14 Radio Nacional Santa Fe.
Para comienzos de aquel año, Vidal había alcanzado el grado de General de
Brigada -y el cargo de Segundo Comandante de Institutos Militares- aunque no
recibió el reconocimiento merecido jugó un rol más que importante en la primera
sublevación lo cual permitió que en nuestra historia se diera aquello de “Argentinos… ¡¡¡felices pascuas!!!”
vociferado por Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada.
En Semana Santa de 1987 Rico abandona su mando natural en una unidad de
Misiones y aparece en Campo de Mayo. La asonada está en marcha y comienzan a
adherirla varias unidades del Ejército diseminadas por el país. Fueron 4 días
de adrenalina pura.
El domingo, cuando todo parecía perdido y –según se dice- se había
preparado un avión de evacuación para Alfonsín y parte de su comitiva, el
presidente de la Nación le pidió a la muchedumbre nucleada en Plaza de Mayo que
lo aguardara y abandonó el famoso balcón.
Y es allí, desde el anonimato, que había entrado en acción el General de
Brigada Vidal. Acompañó a Alfonsín hasta Campo de Mayo y fue garante de la
vida, integridad física y libertad ambulatoria del presidente.
Ya en pleno vuelo del helicóptero que transportaba a Alfonsín y un reducido
grupo de colaboradores, Vidal convenció al presidente que no descendiera en la
Escuela de Infantería (bajo pleno control carapintada) sino que se dirigieran
al Comando de Institutos Militares (bajo control del propio Vidal). Y así lo
hicieron.
Durante una entrevista dada en abril de 2022 al diario La Nación, Aldo Rico
aseguró que nunca le entregó a Alfonsín una lista con candidatos de su
preferencia para hacerse cargo de la fuerza, tal como lo aseguraba el entonces
Ministro de Defensa Horacio Jaunarena.
“Jaunarena no estaba
ahí. No, Alfonsín me pregunta a quién nombro. Yo le dije: ´Presidente, esa es
una responsabilidad suya´. ´¿Pero usted qué dice?´, insistió. Le dije
textualmente: ´Échelos a todos, nombre al más moderno´. ´¿Quién es?´, me
pregunta. ´El general Vidal, le digo, está ahí en la puerta´”.
Y en efecto, Vidal permaneció afuera del recinto para evitar cualquier
desmadre de la situación.
En ese contexto el diario El País
de España, daba cuenta en su edición del 20 de abril de 1987 que el General de
Brigada Vidal podría ser el nuevo comandante en Jefe, anticipando que para ello
debían pasar a retiro entre 13 y 15 generales.
Si bien la purga generalizada se consumó, Vidal no fue designado por
Alfonsín y también fue pasado a retiro.
El citado diario El País, en su edición del 23 de abril de 1987 publicó: “Vidal es la mayor pérdida para la
democracia: se trata del general más solvente, intelectual y comprometido con
las exigencias y necesidades de la democracia argentina. (…) que se sacrificó
para que Alfonsín lograra la rendición incondicional de Aldo Rico en Campo de
Mayo aconsejándole (Alfonsín quería ir directamente a la sublevada Escuela de
Infantería) y amparándolo en todo momento”.
El General de Brigada (r.) Augusto José Vidal falleció el 1° de Julio de
2007.
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