domingo, 26 de septiembre de 2021

DESTRUCTOR SANTISIMA TRINIDAD

El ausente durante el “Operativo Soberanía” en el verano de 1978

 Existen muchas razones por las cuales al gobierno nacional no le resulta agradable convertir al navío en museo. Desde sus orígenes en 1975 hasta el “Operativo Virgen del Rosario” de 1982 se evidencian las huellas del terrorismo.

 





Cuando el pasado 23 de septiembre el juez federal de Bahía Blanca, Dr. Walter López Da Silva, hizo lugar a una acción de amparo promovida en soledad por el ciudadano Jorge Eduardo Oliver con el patrocinio del abogado Rodrigo Emmanuel Reynoso, la mirada de la prensa se posó sobre el buque ARA Santísima Trinidad D-2 y lo que parecía un pasado abreviado: su participación en la guerra de Malvinas.

La Justicia ponía así freno a la orden presidencial disponiendo su venta como chatarra mediante el Decreto 1017 del año 2020 que lleva las firmas de Alberto Fernández y Agustín Rossi y que fuera publicado en el Boletín Oficial el 17 de diciembre de aquel año.

Oliver proponía en su demanda que la embarcación sea asignada en guarda a la Fundación “20 de Noviembre” para su protección y que se la retire de la oferta para desguace poniéndola bajo el amparo de la ley 25.197 que establece el “Régimen del Registro del Patrimonio Cultural”. Momentáneamente, el juez López Da Silva, suspendió el proceso de venta como medida cautelar hasta tanto se dirima la cuestión de fondo.

Pero mientras esto sucede (ya que el proceso será largo dado que el Estado intentará disimular su propia torpeza e inoperancia) el caso atrajo la atención de la prensa, pero con lo que parece un historial abreviado, o seccionado.

Todos toman en cuenta la participación del ARA Santísima Trinidad en la “Operación Virgen del Rosario” transportando al alto mando de la acción (dado que fue la nave insignia) y a los comandos anfibios que desembarcaron en las islas Malvinas el 2 de abril de 1982.

Pero, se podría decir, que aquel hecho histórico fue la revancha del destructor y para comprender esta afirmación debemos seguir en reversa su historial para obtener un visión completa y no sesgada.

Debemos remontarnos al origen del navío, diseñado por el astillero británico Vickers Shipbuilding a fines de la década del 60. El Santísima Trinidad tiene un gemelo (el ARA Hércules D-28) pero mientras éste fue construido en la fábrica inglesa, el primero fue traído al país desguazado y para su ensamble en el astillero Río Santiago.

Y aquí surge otra anécdota. Ambas embarcaciones, se podría decir, son primas del HMS Sheffield, fragata hundida por la heroica Fuerza Aérea Argentina en 1982. El por qué esta es considerada fragata y los otros dos destructores, es por una cuestión de clasificación que hacen las respectivas armadas.

En 1975 comenzó el ensamble de Santísima Trinidad pero el 22 de agosto de ese año el buque fue dinamitado por la sección “Arturo Lewinger” de la organización terrorista Montoneros, comandada por Máximo Fernando Nicoletti, quien había sido entrenado como buzo táctico a partir de la praxis adquirida en su Puerto Madryn natal. A fines de los ´80 Nicoletti fue capturado y en cautiverio se convirtió en informante y agente de la armada, fuerza que en 1982 le encomendó planificar la Operación Algeciras para intentar hundir algún barco británico anclado en el peñón de Gibraltar. Pero volvió a ser capturado, esta vez, por la policía española.

El atentado de 1975 hizo que se retrasara la entrada en servicio del ARA Santísima Trinidad hasta mediados de 1980, por lo que en el verano de 1978 no pudo formar parte de la FloMar junto al ARA Hércules. Ambos destructores tenían por misión proteger al portaaviones ARA 25 de Mayo que oficiaba de nave insignia en el “Operativo Soberanía” por el sofisticado sistema de radares con el que habían sido dotados y por contar con modernos misiles Sea Dart. En abril del ´82 la embarcación acusó inconvenientes en su estructura, se dijo, como secuelas de aquel atentado.

El 21 de enero de 2013 –durante la segunda presidencia de Cristina Fernández- el destructor, abandonado y olvidado, se hundió parcialmente en Puerto Belgrano.

Como se advierte, en esta historia -aunque resumida- algo más completa, existen varias razones por las cuales el gobierno nacional tiene un particular interés por deshacerse del destructor. Encarna, como las caras de una misma moneda, dos máculas en el historial de la ideología que los sustenta: haber atentado contra la Patria y el fantasma de un delator y traidor a su propia causa.

 

 

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