domingo, 6 de noviembre de 2022

ANSIEDAD DE COMBATE Y UN MISMO DESEO

 UN PATRÓN COMÚN A UN LADO Y OTRO DE LA FRONTERA

 Mucho se ha investigado y escrito sobre el llamado shock postraumático como secuela de un estado de guerra, pero poco se ha hecho sobre lo que cierto sector de la psicología y psiquiatría define la situación generada antes y durante el hecho crítico.

 Cuando los apuntes iniciales comenzaron a dar forma al libro “Hubo penas y olvidos” tuvimos la oportunidad de tomar contacto con soldados, suboficiales y oficiales tanto de las fuerzas argentinas como chilenas lo cual nos permitió encontrar muchísimos puntos en común en cuanto a sensaciones y sentimientos. Pero en esta oportunidad solo nos detendremos en uno.

Tomamos para entonces un trabajo elaborado por el psicólogo Alberto Levy y que fuera publicado, entre otros medios, en “La Revista”, edición N° 555, año 2004, editada por la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino bajo el título, literal, de “Ansiedad de Combate” y cuyo contenido forma parte del libro “Liderazgo y ansiedad de combate” también editado por dicha institución bajo la firma del mismo autor.

Citando a Janoff-Bulman y Frieze, Levy puntualiza que “la guerra pone en crisis el bagaje cognitivo del sujeto” y genera una situación que excede al propio concepto de estrés. Así en tanto para la Organización Mundial de la Salud éste es “el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la acción”, la ansiedad de combate “se corresponde con un nivel de estrés que excede ampliamente los límites habituales de ese estado de aprestamiento” ya que El trastorno puede producirse luego de un instante o de un largo proceso de exposición a una experiencia traumática. Su origen se vincula con el conflicto básico que se desarrolla en el soldado entre la preservación de la vida (propia o ajena) y el horror a la muerte (del sujeto, su compañero o su contrincante)”. Y más adelante el autor destaca que “La situación de guerra impone un importante costo emocional y físico que no todos los soldados están en condiciones de afrontar”.

En los contactos personales, telefónicos o por correo electrónico que pudimos concretar cuándo redactábamos el libro, no fueron pocos los que manifestaron que durante la participación en los operativos -tanto del lado argentino como del chileno- tuvieron un firme deseo de que se desataran las acciones bélicas. Algunos conservan ese sentimiento con culpa y hasta cierta vergüenza, en tanto otros lo atribuyen a “locuras juveniles”.

En realidad, este estado de ánimo podría responder a dos cuestiones: 1) el suministro encubierto de anfetaminas (cuestión que abordamos en detalle en el libro), y 2) a la ansiedad de combate. Al estar preparado para algo que nunca termina de llegar.

En ese contexto emocional se ubican dos testimonios que fueran publicados en un medio del país trasandino.

Se trata de una entrevista a dos participantes en la movilización de su país en 1978. Uno como suboficial y el otro como soldado raso.


Cabo 1° Rodolfo Guajardo, Infantería de Marina de Chile.

El Cabo 1° Rodolfo Guajardo formaba parte de la Infantería de Marina y en tal carácter fue embarcado hacia Isla Nueva entre agosto y septiembre de aquel año (recordemos que Chile inicio ante su desplazamiento de tropas y ocupó las tres islas principales amparándose en el laudo británico).

Su comandante le pidió socarronamente a Guajardo que tuviera el uniforme bien planchado y se aprestara “para desfilar en Buenos Aires” porque la guerra sería un mero trámite para las tropas chilenas.

Pero antes de “tomar” la capital argentina, el suboficial fue posicionado en una de las islas principales (ubicada al Este de Picton y Lennox), con una extensión de 17 kms por un ancho de 11 kms. Cuyas costas fueron cubiertas por minas antipersonales y antiblindados, alambres de púa y diversos obstáculos para frenar a los vehículos anfibios de la Infantería de Marina argentina.

Guajardo había recibido una orden clara de sus superiores: defender la posición, no hasta la última bala, sino hasta el último hombre. Para esto, llevaba bien a punto el doble filo del famoso cuchillo corvo de los infantes trasandinos.

Sin recordar bien la hora, el 22 de diciembre le llegó la contraorden: mediará el Vaticano y no habrá acción bélica. “Bueno, nos quedamos con las ganas” pensó el Cabo 1°. Durante su repliegue le envió a su padre de Cochrane una foto suya con una dedicatoria en el reverso: “Papá, una vez más me quedo con el patriotismo oprimido en el pecho sin poder agarrarnos con los 'che'. Con todo cariño tu hijo, Pollo”.


Soldado chileno Gerardo Marchant.

Por su parte, Gerardo Marchant fue incorporado como soldado raso al Regimiento de Artillería Antiaérea, en Colina, al norte en la región metropolitana de Santiago. No fue desplazado hacia el sur ni hacia el norte. Le asignaron la misión de proteger antenas de comunicaciones.

El entrevistado no pudo precisar la fecha, pero seguramente ocurrió el 22 de diciembre o muy pocos días antes, a las 3 de la mañana sonó la alarma antiaérea provocando un gran revuelo en la posición. Todos corriendo a sus puestos, a cargar cañones, ametralladoras y a fijar la vista en el cielo oscuro para tratar de divisar los blancos. Pero luego se dio una contraorden. Esa situación pudo haber sido consecuencia de las acciones de distracción llevadas adelante por la Fuerza Aérea Argentina.

Marchant contó durante la entrevista que “Lo único que queríamos es que hubiera guerra” y que cuando les llegó la comunicación indicando que el cardenal Samoré y otros dos purpurados habían sido comisionados por Juan Pablo II para intermediar dijo que tanto él como sus camaradas de posición se sintieron muy, pero muy decepcionados.

Del lado argentino, un soldado de defensa antiaérea nos comentó que “Asomaba la cabeza desde la carpa y ya era como que quería salir a matar” en tanto que otro, integrante de la X Brigada de Infantería Mecanizada dijo, en relación al Día D: “Esa noche casi no dormimos, había mucha tensión entre los oficiales y mucha excitación bélica entre los pendejos, que éramos nosotros”.

 

 

 

1 comentario:

  1. Yo estuve sobre el canal de Beagle.intregre fuerza de infantería de Mariana argentina.antrincherados 22 dé diciembre casi minutos 00 .hoy pienso que loco todo???
    Esto sería peor que Las Malvinas argentinas

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