domingo, 7 de octubre de 2018

DE LA CORDOBA DEL 55 AL BEAGLE DEL 78


ESOS EXTRAÑOS PARALELISMOS DE LA VIDA HUMANA

Veintitrés años de distancia, escenarios diferentes, pero circunstancias primarias similares marcaron la vida de padre e hijo por esos ¿caprichos? del destino. La clase 34, que cumplió el servicio militar en aquel critico año y participando por obediencia debida en uno y otro bando, también fue olvidada y desconocida por la historia.



Comandos civiles reciben armas y municiones ante la llegada,
 a la capital cordobesa, de "tropas leales" al general Perón.


Santa Fe, octubre de 2018. Estando sentado a la mesa de un bar aledaño a tribunales en la capital santafesina, y mientras revolvía monótonamente el café, se acercó una persona quien me preguntó si yo era Ricardo Veglia. Tras la repuesta afirmativa se presentó. “Soy Miguel Buonocore, e hice el servicio militar con tu padre”. Sesenta y tres años habían pasado desde los tiempos que el sorpresivo interlocutor acababa de tirar sobre la mesa.
Inmediatamente lo invité a sentarse y mantuvimos una breve charla sobre aquellos tiempos. Sobre los que él había vivido y sobre los que mi padre me había contado en muy pocas ocasiones.
Comienzos de 1955 y una argentina sumida en crisis interna. A comienzos de ese año el ciudadano Ricardo Veglia fue incorporado al servicio militar obligatorio como un componente más de la clase 34 tras haber dado apto en su revisión médica preliminar realizada en el Distrito Militar Santa Fe.
Su alta no se registró muy lejos de la unidad militar que había visitado por primera vez en aquella circunstancia ya que fue incorporado al histórico y heroico Regimiento 12 de Infantería “General Arenales” emplazado en las mismas dependencias cuyo frente daban a la avenida Freyre en la capital santafesina y se extendían casi hasta los bañados del río Salado en el sector Oeste.
Cumplidas también las actividades de rigor (identificación, corte de cabello y equipamiento) fue asignado a la Compañía Ametralladoras en calidad de Aspirante a Oficial de Reserva (A.O.R.) dado que él era perito mercantil (con todo lo que implicaba entonces ese título secundario) y estudiante de ciencias económicas.
Culminada la dura instrucción inicial, con sus “movimientos vivos” durante el “orden abierto” la tropa fue asignada a distintas funciones de combate y el A.O.R. Veglia fue designado apuntador de una de las ametralladoras Browning M1917. Pesado artilugio que requería además el aporte de otros dos asistentes (entre ellos el servidor de municiones) para su traslado, emplazamiento y empleo.
La instrucción militar se completaba con ejercicios de combate (maniobras) en campo San Pedro, próximo a la ciudad de Santa Fe, donde todo el personal era trasladado con equipamiento completo pero con municiones de fogueo.
Y la rutina cuartelera transcurrió así. Como se suponía debía serlo hasta que ocurrieron hechos que la alteraron como en el 75 (Operativo Independencia), en el 78 (Operativo Soberanía) y en el 82 (Operación Rosario), sin contar los golpes de Estado que habrían de suceder. Y entre ellos, precisamente, el del 55.
El 16 de junio un sector de la Fuerza Aérea bombardea Plaza de Mayo, la Casa Rosada y la sede de la CGT, al tener el dato que el presidente Juan Domingo Perón se reunía entre las 09:30 y 10:30 con todos sus ministros.
Pero Perón contaba con el dato aportado por el servicio de inteligencia sobre el eventual ataque y en esa mañana se trasladó, secretamente, hacia el Ministerio de Guerra ubicado a 200 metros del escenario elegido como blanco por los pilotos que decolaron de la Base Aérea de Morón. Fue un golpe fallido.
Pero el 16 de septiembre los militares antiperonistas se lanzaron nuevamente tras su objetivo por lo que mandos y tropa del Regimiento 12 de Infantería recibieron la orden de cambiar las municiones de fogueo por vivas (reales) y marchar hacia la ciudad de Córdoba para repeler uno de los focos rebeldes.
“El 12”, leal a Perón, marchó a cumplir la misión encomendada quedando al mando del general Miguel Angel Iñiguez.
La columna de vehículos, muchos de ellos decomisados a empresas civiles (entre ellos camiones Chevrolet de la Cervecería Santa Fe), marchó hasta la posición de su primer vivac sobre la ruta 19 a la altura de Monte Cristo (Dto. Río Primero) donde se suman 3 ambulancias enviadas por el gobierno de Santa Fe y 2 cañones Krupp 7,5 que habían quedado rezagados por reparaciones que se efectuaron en el cuartel del RI 12.
Al amanecer el general Iñiguez ordena continuar el avance hacia la capital mediterránea para tomar la Escuela de Aviación.
A las 7 de la mañana el teniente de aronáultica Raúl Barcalá realiza un vuelo de reconocimiento sobre la zona y si bien no logra advertir el avance del RI 12 sí lo hace respecto de las tropas del Grupo III de Artillería (con asiento de paz en el barrio de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe, luego GADA 121) que estaban desmontado su vivac para acoplarse al resto de la columna.
Cuando los camiones y colectivos empleados por el RI 12 llegan a la periferia de Córdoba se ordena desembarcar y comenzar el avance a pie. Las ametralladoras del regimiento, a puro fuego, comienzan a abrir paso a los infantes leales hacia su objetivo.



  Comandos civiles y militares rebeldes se preparan para
 repeler el ataque del RI 12 de Infantería.

Francotiradores rebeldes apostados en las azoteas de los hoteles Castelar, Italiano, Albéniz y Savoy –que habían abandonado la estación de trenes para fortificar las nuevas posiciones- pretenden detener el avance e inicialmente lo logran al obligar el repliegue de la 1ª Compañía. El fuego de fusilería proveniente desde los hoteles era intenso.
Las secciones de la Compañía Ametralladoras cambian de posiciones y comienzan a batir fuego graneado por calle Antonio del Viso y los combates iniciales terminan a las 9.30 cuando el RI 12 logra controlar totalmente la zona aledaña a la estación de trenes.
El teniente Barcalá despega nuevamente desde la Escuela de Aviación a bordo de un Calquin A70, sobrevuela el sector y lanza su carga de Napalm sobre una formación ferroviaria que entraba en dicha estación suponiendo que estaba transportando tropas y equipo leales. Da en el blanco, pero no logra el objetivo porque el RI 12 y demás componentes de su columna habían sido transportados -como vimos- por otro medio.
Por la  Ruta 9 otra columna leal que respondía al General Iñiguez también comienza a ingresar a la ciudad y a las 12:00 un avión Beechcraft AT-11 ametralla y bombardea a las tropas leales que se movilizaban en las cercanías al monumento a la aviadora Mary Steeford (ruta provincial 5, paraje Los Cerrillos, entre Alta Gracia y Córdoba capital).
Es que el general Aquiles Moschini se sumaba a los leales con los Regimientos de Infantería 15, 17, 18 y 19 más un batallón de comunicaciones, todos de la II División.
Las piezas de artillería de uno y otro bando comenzaron a disparar incesantemente sobre las posiciones contrarias. Los rebeldes contaban con el accionar de comandos civiles que ejecutaban una suerte de guerra de guerrillas y obstaculizaban calles y avenidas. Se sumaba a esto la incursión de cazas y bombarderos de la fuerza aérea que utilizaron sin inconvenientes las temidas bombas incendiarias.
Pese a ello los leales lograron penetrar en el centro de la ciudad, hacerse fuertes en varias posiciones y capturar el aeropuerto Pajas Blanca tarea esta que estuvo a cargo del Regimiento de Infantería 15 (llegados desde La Rioja)
Finalmente llegó la capitulación cuando Perón se refugió en la cañonera Paraguaya y el RI 12 “General Arenales” debió replegarse a su asiento de paz con sus componentes en calidad de prisioneros de la Revolución Libertadora.
Poco tiempo después la unidad fue trasladada -se dijo, por castigo- hacia la provincia de Corrientes. Y el A.O.R. Ricardo Veglia fue dado de baja en las primeras semanas de 1956.


Interior de una de las habitaciones del Hotel Savoy
 tras recibir fuego de fusilería, ametralladoras y morteros del RI 12 de Infantería.

Muchas veces recordó anécdotas de “la colimba”. Pocas veces habló de aquellos acontecimientos, pero lo hizo en forma general y solo en una oportunidad narró casi en detalles los momentos más críticos por los que había atravesado y especialmente sobre los combates librados frente al Hotel Savoy.
Recordó, con lágrimas genuinas y profundas, el desempeño de la Compañía Ametralladoras y el rol de sus secciones para lograr desalojar el citado hotel que había sido copado por comandos civiles y especialmente por francotiradores. Bajos las balas de aquellas Browning M1917 muchos rebeldes cayeron en sus puestos de lucha o cuando intentaban abandonar a la carrera el inmueble, ya casi destruido, por la puerta principal. La artillería del Grupo III de Artillería (luego GADA 121) había hecho notar su presencia dejando casi en ruinas a los hoteles en cuestión.
Los soldados del RI 12 “General Arenales” volvieron al cuartel a padecer la ira de oficiales y suboficiales “rebeldes y triunfantes” que habían reemplazado a los “leales y vencidos”.
No obstante la derrota, el Regimiento 12 de Infantería, el Grupo III de Artillería y el Batallón de Pontoneros (luego Batallón de Ingenieros en Construcciones 121) fueron recibidos masivamente por los habitantes de Santa Fe y Santo Tomé. Una gran concentración de personas los recibió a su paso y concentraron especialmente frente a las instalaciones de Avenida Freyre.
Buonocore aportó, en la informal charla, algunos datos más.  Una bomba había caído dentro de una oficina de la estación de trenes perforando el cielorraso, pero no explotó. Se dijo, que no tenía la espoleta. También recordó cuando cayó gravemente herido el jefe del Regimiento a quien junto a otros tres solados cargaron en una manta a modo de improvisada camilla y llevaron raudamente hasta un auto donde fue embarcado para ser evacuado hacia un puesto sanitario.
En el diario El Litoral, una alumna del profesorado publicó las siguientes líneas bajo el título “Vuelven nuestros muchachos”: “(…) Regresan gloriosamente sucios, heroicamente cansados, definitivamente triunfantes. (…) Que no sea estéril la sangre derramada por la juventud intrépida y por los mayores soldados todos de una patria que deseamos libre para siempre. (…)” (Art. “Las tropas del Ejército al regresar esta mañana a la ciudad fueron emocionadamente recibidas”, 22-09-55, diario El Litoral, p. 2)
De allí retornaron a la civilidad para, como ocurriría en 1975 y en 1978, ser incorporados al olvido nacional.

General de Brigada Miguel Angel Iñiguez, 
comandante de las tropas "leales" 
enviadas desde Santa Fe.


Suboficial y soldados "rebeldes" en proximidades 
de la estación de trenes de la capital cordobesa.

Ochava del Hotel Savoy alcanzada por los cañones del Grupo III de Artillería 
y los morteros del RI 12 de Infantería.


 
Vagón de una columna alcanzada por bombas Napalm
 lanzadas por la aviación "rebelde".







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