lunes, 3 de marzo de 2025

SIN BALAS Y A LAS TROMPADAS

 UNIDAD CHILENA SUBLEVADA EN DICIEMBRE DE 1978

 El incidente ocurrió en el Batallón de Infantería Liviana, jurisdicción de la V División de Ejército, en el extremo sur del país trasandino. Apostados muy cerca de la línea fronteriza, 470 soldados indisciplinados no acataban ninguna orden y amenazaban de muerte a sus superiores. El llanto del subteniente y los conocimientos de boxeo que salvaron a un cabo segundo.

  

                         El suboficial dio la orden y ninguno de los solados presentes estaba                           dispuesto a cumplirla. Uno de ellos lo increpó y comenzó el combate
a puño limpio.


Entre las miles de historias que se tejieron a uno y otro lado de la cordillera, y a lo largo de los más de 3000 km de frontera andina, hay versiones que luego fueron comprobadas, otras no comprobadas pero verosímiles y –por supuesto- encontramos también aquellas que no cuentan con asidero alguno. Hay relatos gratificantes y otros indignantes o cuanto menos, incomodantes. En esta oportunidad nos referiremos a la narración sobre un hecho confirmado por uno de los protagonistas directos, pero veamos primero el contexto.

Como ocurrió en Argentina en 1978 (y se repetiría en 1982), los institutos militares que forman suboficiales y oficiales –en ambos países- anticiparon la graduación de los cadetes del último año.

En el caso del ejército argentino los cadetes del Colegio Militar de la Nación, de la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral” y de la entonces Escuela de Suboficiales para Apoyo de Combate “General Lemos”[1], recibieron en forma anticipada las jinetas de cabos, cabos primeros (dependiendo de la institución formadora) y de subtenientes.

Lo mismo ocurrió en el caso del ejército de Chile, donde por Resolución 2321/78 de la Dirección de Personal se dispuso anticipar la finalización de cursos de los cabos segundos y alférez.

Tanto en un caso como en otro toda la flamante tropa fue enviada a los destinos dispuestos conforme a las planificaciones estratégicas de sus respectivos estados mayores.

El cabo segundo Héctor Aravena Pérez, del arma de infantería, se encontraba entre aquellos jóvenes chilenos que fueron sorprendidos por la situación limítrofe, y fue destinado de inmediato al Regimiento de Infantería Nº 14 “Caupolicán” con asiento en la ciudad de Porvenir, ubicada en la provincia de Tierra del Fuego, Región Magallánica y de la Antártica Chilena (tal su denominación).

Cabe señalar que Porvenir, por entonces habitada por unas 1500 personas, había sido fortificada dado que era uno de los objetivos en el avance de cinco de los Batallones de Infantería de Marina (reforzados con comandos del Ejército) desde la Tierra de Fuego argentina.

El Regimiento “Caupolicán” se encontraba reforzado y como dicen algunos autores había sido convertido en una especie de improvisada brigada, por lo que contaba con un batallón de infantería, un grupo de artillería, una compañía antiblindados y una compañía logística, siendo robustecido con carabineros, jóvenes civiles reclutados a la fuerza y los suboficiales y oficiales de graduación anticipada. En lo único que coincidían los comandantes argentinos y chilenos es que el “Caupolicán” no podría detener el avance de nuestras tropas por diferentes e incuestionables motivos: superioridad numérica y de entrenamiento, pero también de cantidad y calidad de armamento. Porvenir era una posición de suma importancia para apoyar el plan argentino de la invasión principal o central que era a la altura de la línea Punta Arenas-Puerto Natales y estaría a cargo –también- de tropas del ejército bajo el mando del General José Antonio Vaquero, entonces comandante del Teatro de Operaciones Sur (T.O.S.) durante el “Operativo Soberanía”.

Se destaca que originalmente su asiento de paz era la comuna de Lautaro (30 km. al norte de Temuco) en la provincia de Cautín, Región de Araucanía, y fue mudada en 1969 –precisamente- en los albores de la agudización del conflicto por el Beagle. Debemos tener en cuenta que los presidentes Tte. Gral. Alejandro Lanusse y Salvador Allende acuerdan en 1971 –tras largas deliberaciones- solicitar la intervención de la corona británica, y previendo ya la posibilidad de no llegar a un entendimiento directo, o la de un fallo adverso o el fracaso de la gestión (que en definitiva fue lo que ocurrió) el alto mando chileno comenzó a fortificar –desde entonces- su extremo sur.

El cabo segundo Aravena Pérez fue reasignado al Regimiento Blindado Nº 5 y enviado primero a instruir nuevos soldados acantonados en estancia “Entre Vientos”, ubicada a 75 kms de Punta Arenas (por que la mayoría de la tropa llegaba sin conocimientos básicos militares). Posteriormente es destinado a una posición adelantada ubicada muy cerca de la frontera a la altura de Monte Aymond (que sería, precisamente, junto a El Zurdo, uno de los pasos en el avance de la infantería y blindados argentinos). Fue allí donde vivió una durísima experiencia con su propia tropa, la cual estaba literalmente sublevada y este hecho quedó reflejado en el libro “Voces del Ejército de Chile en la crisis del canal del Beagle”[2].

Las primeras batallas con las que debió lidiar el joven suboficial fueron la escasez de municiones y de herramientas para realizar fortificaciones, las dificultades para recibir el racionamiento que definían de tardío y escaso y, por sobre todas las cosas, la sarna que afectaba a la tropa.

Superado el “día D”, junto a otros tres suboficiales Aravena Pérez fue enviado a Punta Delgada para hacerse cargo del denominado Batallón de Infantería Liviano que contaba con 470 soldados y hasta entonces estaba al mando de un teniente y un subteniente. En esta unidad, solo muy pocos soldados tenían fusiles SIG y la mayoría había sido provisto de fusiles Mauser, pero a estos nunca les entregaron una sola munición. Es decir, al 22 de diciembre de 1978 la mayoría de los soldados de esa unidad lo transitó sin posibilidad de efectuar un solo disparo.

Cuando arribaron, los sorprendió el grado de indisciplina de los soldados, la falta de aseo y el estado totalmente desalineados que excedía incluso lo propio de una larga estadía en terreno.

Cuenta Aravena Pérez que vio llorar al subteniente frustrado porque la tropa hacía caso omiso a cualquier orden que impartiera. Había llamado a formación para presentar la tropa a los nuevos mandos, pero nadie acató la orden. Ya no había subordinación ni respeto por lo que los dos oficiales mencionados fueron desplazados, replegados y reemplazados por los suboficiales.

Los soldados habían alcanzado un grado de descontrol tal que fue necesario que se les retirara todo el armamento dado que los suboficiales recién llegados temían por sus propias vidas.

Por las noches, Aravena Pérez –que reconoce expresamente que habían sido amenazados de muerte- junto a sus camaradas dormían juntos y con los fusiles SIG en mano.

En una oportunidad el recluta que asomaba como cabecilla de sus pares insultó y desafió a pelea al cabo segundo Oyarzún Villarroel quien, siendo practicante de boxeo, aceptó el reto y logró imponerse. El resultado del combate morigeró un poco la situación pero no descomprimió tensiones.

Por esto los 4 suboficiales debieron solicitar auxilio a la superioridad a través del estafeta que llevaba las raciones a la posición, por lo que la unidad fue finalmente replegada hacia el Regimiento de Infantería 22 “Lautaro” quedando bajo el mando de sus autoridades.

 

El caso argentino que pasa factura

 

Sin la magnitud de los hechos antes descriptos, a este lado de la frontera se vivió una situación que podríamos ubicar “al borde de la sublevación” y que se agotó en una fugaz insubordinación.

Unos soldados se habían comido las facturas reservadas para los oficiales lo cual hizo que toda la unidad fuera “bailada” en plena estepa patagónica con singular, injustificada y reprochable violencia.

Cuando la soldadesca realizaba -alrededor de un capitán- saltos de rana con los brazos extendidos sosteniendo los fusiles con ambas manos, uno de los soldados se levantó y apuntando con el FAL de bayoneta calada al pecho del oficial le reprochó duramente lo desmesurado de la sanción y la saña puesta de manifiesto por el superior, lo cual estaba afectando física y psíquicamente a la tropa. “Nos está matando, mi capitán”, habría espetado el soldado. El resto de la tropa, de acuerdo a los testimonios, se mostraba dispuesta a utilizar las armas contra los superiores de continuar con esa tortura. La “raneada” terminó en ese acto y no hubo sanciones para los que encabezaron el reclamo ni para los que, efectivamente, se habían comido –a escondidas- aquellas facturas.

 



[1] La “Gral. Lemos, creada en 1939, finalmente se fusiona con la “Sgto. Cabral” en 2002.

[2] Autores: Francisco Chauán Chahuán, Carlos Burnes Torres y Francisco Sánchez Urra. Ed. Alba, Valparaíso, Chile.


miércoles, 9 de octubre de 2024

QUE NO SE APAGUE EL FUEGO…

 LA MEDIACIÓN PAPAL Y EL “OPERATIVO SOBERANÍA

 

Fue impactante la respuesta a la convocatoria lanzada por veteranos del Beagle de la ciudad de Firmat con el respaldo de la Municipalidad local.

 

El pasado 4 de octubre, y a sala repleta, se realizó en la Municipalidad de aquella ciudad del sur santafesino la muestra artística colectiva “Unidos por la Paz”, convocada con el objetivo de invitar a artistas plásticos regionales (y a toda persona interesada) en reflejar en sus obras el “Operativo Soberanía” de 1978 desde la perspectiva de la mediación papal.

Respondiendo a la misma, lanzada por la “Asociación de Veteranos del Canal del Beagle – Firmat”, se presentaron cincuenta cuadros con distintos estilos y técnicas que serán destinados para su exhibición definitiva en:

El Vaticano

Casa Rosada

Embajadas de Chile, Polonia,

Ministerio de Defensa

Edificio Libertador (sede el Ejército)

Edificio Cóndor (sede la Fuerza Aérea)

Edificio Libertad (sede de la Armada)

Base Antártica

Base Naval Mar del Plata

Base Aero Naval Punta Indio

Campo de Mayo

Basílica de Luján

Catedrales de Rosario, Venado Tuerto, Rafaela y de todas las provincias

Parroquias Nuestra Sra. De la Merced, del Padre Ignacio, de Humahuaca, Los Quirquinchos

Cámaras de Diputados y Senadores de la provincia de Santa Fe.

De este modo, el arte refleja –a modo de homenaje- la intervención de San Juan Pablo II para poner fin a la guerra que habían comenzado a librar Argentina y Chile por el canal del Beagle el 22 de diciembre de 1978.

 

 

 

miércoles, 19 de junio de 2024

HOMENAJE A SAN JUAN PABLO II

 

INTERESANTE INICIATIVA DE VETERANOS DE FIRMAT

 La asociación que nuclea a los veteranos que fueron movilizados a los teatros de operaciones en 1978, en coordinación con la municipalidad local llevan adelante una importante actividad para visibilizar aquellos hechos.


Intendente Leonel Maximino inaugurando la convocatoria

 El pasado 1º de junio se realizó, en el Centro Cultural Humberto Luppi de aquella ciudad del sur santafesino, el acto de presentación de la convocatoria que efectúan en forma conjunta la Municipalidad y la Asociación de Veteranos del Canal del Beagle, dirigida a todos los artistas plásticos de la región.

El motivo convocante es rendir homenaje al Papa San Juan Pablo II quien, con su intermediación, interrumpió la guerra desatada entre Argentina y Chile en 1978.

Ante una nutrida concurrencia el programa previsto se inició con las palabras de bienvenida del intendente Leonel Maximino quien agradeció la respuesta de la comunidad y destacó la naturaleza y alcance de la convocatoria.

Maximino estuvo acompañado en la oportunidad por Alina Vargas y Soledad Sasarini, funcionarias de la Secretaría de Cultura del municipio.

En representación del Ministro de Educación de la provincia participó del acto Marcos Palena.

Seguidamente, y en representación de la asociación de veteranos, hizo uso de la palabra Jorge Gorosito refiriéndose a los hechos previos a la movilización militar de aquel año abordando en consecuencia las febriles idas y venidas diplomáticas.

Luego llegó el turno de la exposición del arquitecto Fernando Abraham quien expuso sobre detalles del desaparecido servicio militar obligatorio y del cambio que significaba en las vidas de los jóvenes que año a año se incorporaban a las filas de las fuerzas armadas. En lo particular recordó detalles de su propia experiencia cuando a los 18 años fue destinado –dejando atrás su Córdoba natal- al Regimiento de Infantería de Montaña 21 con asiento de paz en Las Lajas, provincia de Neuquén.

A su turno, el Dr. Ricardo Veglia, se refirió a los pormenores de la mayor movilización de la República Argentina desde su nacimiento hasta el presente y brindó fundamentos de porqué se debe hablar de una verdadera guerra y no de un mero conflicto.

Sostuvo al respecto que las leyes nacionales de entonces, como así también los decretos reservados que dictó entre octubre y diciembre del `78 el gobierno (secretos, y desclasificados algunos en 2015) y los manuales militares vigentes incluyendo el ya derogado Código de Justicia Militar indican claramente que en aquel año Argentina declaró de hecho la guerra a Chile, fijándose como día D el 22 de diciembre, fecha en la cual las unidades militares empeñadas en la acción recibieron la orden clara y precisa de avanzar, cruzar la frontera y romper las hostilidades.

Cerrando el encuentro, la Hermana Adriana, en representación del sacerdote Mauricio, realizó un repaso sobre la personalidad y la acción del Sumo Pontífice motivo del homenaje, destacando particularmente su permanente vocación por la paz entre todos los pueblos.

 

 

viernes, 13 de octubre de 2023

HISTORIA DE LA HISTORIA

El prólogo de la movilización militar más grande de Argentina

 El desplazamiento de tropas iniciado en octubre de 1978 y finalizado recién en junio de 1979 tuvo su raíz motivante en hechos que comenzaron a gestarse siete años antes.

  


Para precisar un punto de inicio a la historia, dentro de la historia, de lo que ocurrió en el verano de 1978 en nuestro país, debemos remontarnos en el tiempo al 22 de julio de 1971 y trasladarnos a la ciudad de Salta.

En esa jornada y en ese lugar, el entonces presidente de Chile Salvador Allende y el de Argentina, Teniente General Alejandro Lanusse firmaron el documento titulado: Compromiso de Arbitraje entre Chile y Argentina: Solicitud de Laudo Arbitral.

Así, las partes habían acordado someter sus diferendos limítrofes a la corona británica, la cual debía actuar con un tribunal compuesto por cinco juristas internacionales elegidos por Chile y Argentina, y cuyo dictamen –para ser notificado a las partes en pugna- debía ser aceptado o rechazado por la reina de Inglaterra, sin modificaciones de ninguna naturaleza.

En ese contexto fueron seleccionados los juristas Hardy Dillard (EEUU), Gerald Fitzmaurice (Gran Bretaña), André Gros (Francia), Charles Onyeama (Nigeria) y Sture Petrén (Suecia).

En 1972 la corte ya constituida estableció su sede en Suiza y en 1976 sus integrantes, embarcados, recorren parte del canal del Beagle.

Y fue aquel acuerdo el que derivó finalmente en el denominado Laudo Arbitral de 1977, dictado el 5 de mayo de ese año, aunque fue dado a conocer a la opinión pública recién el día 12.

Pero llegar a este no le resultó fácil a Lanusse. Tras la firma del acuerdo de Salta, un grupo de jóvenes de la Fuerza Aérea argentina y los jefes de algunas unidades del Ejército encarnando al sector nacionalista de las fuerzas armadas vieron con desagrado la cuestión y se sublevaron. Pero el levantamiento no tuvo éxito, y pese a ello no se adoptaron sanciones para los revoltosos muchos de los cuales luego se destacarían como aviadores en la guerra de Malvinas.

Sofocada la rebelión, diría Lanusse que “Un grupo de oficiales del Ejército, imbuidos de una ideología crudamente reaccionaria, ha pretendido erigirse en árbitro del futuro argentino, en un intento absurdo, oscurantista y retrógrado, destinado a torcer el rumbo de la historia y contrario a la tradición de nuestras armas”.

 

NULIDAD ABSOLUTA

 

El laudo reconocía derecho de navegación por aguas del canal del Beagle a ambos países, pero adjudicaba la mayor cantidad de territorio isleño a Chile (incluyendo la totalidad de Picton, Lenox y Nueva) con lo cual admitía su proyección sobre el Atlántico. Es por esto que, ya durante el gobierno del Teniente General Jorge Videla, Argentina declaró al laudo nulo, de nulidad insanable y absoluta. ¿Qué significaba esto? Que nuestro país no reconocía la resolución y no daba posibilidad de que se efectuaran enmiendas, correcciones o modificaciones.

Cuando se recibió en nuestro país el citado laudo hubo un malestar generalizado en las autoridades nacionales, que incluso motivó el desplazamiento de unas pocas unidades del Ejército hacia la zona fronteriza Oeste. Pero recién el 25 de enero de 1978 Buenos Aires comunica formalmente a Santiago el rechazo.

Los fundamentos de la justa y lógica postura estaban en que el laudo se asentaba en imprecisiones geográficas, errores históricos, malinterpretación de añosos planos e intencionada deformación del alegato presentado por nuestro país, lo cual se tradujo en una evidente parcialidad de los redactores del laudo en cuestión. Tal vez, el error esencial de nuestro país fue haber aceptado la presencia de los juristas norteamericano y británico.

A partir de allí ya entramos en la historia medianamente conocida, al menos para sus protagonistas. El 5 de octubre d 1978 (publicada en el Boletín Oficial recién el 11 de ese mes) el titular del Poder Ejecutivo firma el Decreto 2.348 disponiendo la movilización de tropas con la reincorporación de las clases 1952, 1953, 1954, 1955 y 1958 para sumarlas a la 1959 que entonces estaba cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio. También se reincorpora al servicio activo al personal de las tres fuerzas en situación de retiro y a los oficiales y suboficiales reservistas. Era el puntapié inicial del “Operativa Soberanía”, planificado desde poco tiempo antes y que comenzaba a hacerse visible.

Es destacable que, al otro lado de la cordillera de Los Andes, el desplazamiento de tropas había comenzado entre fines de agosto y comienzos de septiembre, incluyendo la ocupación de las tres islas principales por tropas de la Infantería de Marina que procedieron a minar las playas y fortificar con todo tipo de obstáculos antidesembarco. Y es probable que, por esta razón y el principio de que el atacante elije el escenario, se haya mudado el inicial y esencial de las hostilidades, cambiando el propio canal y las islas en disputa por territorio continental dándose prioridad a la invasión de territorio chileno con la captura de ciudades importantes como Puerto Natales y Punta Arenas entre otras.

 

 

 

 

 

domingo, 30 de julio de 2023

EN EL NOMBRE DEL PADRE

 

LAS CAPELLANÍAS TAMBIÉN ACTUARON DURANTE LA MOVILIZACIÓN DE 1978

 Los sacerdotes fueron incluidos en el Ejército por la Asamblea del año XIII para acompañar a las tropas tanto en su formación como en maniobras. Por esto formaron parte de los Operativos Independencia (1975), Soberanía (1978) y Virgen del Rosario (1982).

 


                                Sacerdote José Guntern, capellán del Batallón de Ingenieros en Construcciones                             121 y de la Agrupación de Ingenieros Anfibios 601, Santo Tomé, provincia de Santa Fe,                                 durante la movilización de 1978.

A raíz de un artículo periodístico publicado hace un tiempo en un medio gráfico nacional sobre la participación de religiosos en las islas Malvinas en 1982, comencé a indagar un poco sobre el particular, sin descuidar la propia experiencia.

Ya en el Virreinato del Río de La Plata existía el cargo de Teniente Vicario Castrense, heredado del sistema español. Pero fue el 29 de Noviembre de 1813 cuando la Asamblea creó el Servicio Religioso del Ejército hasta que el 8 de Julio de 1957, por acuerdo con el Vaticano, se lo transforma en el Vicariato Castrense para dar asistencia espiritual a las tres fuerzas armadas (Ejército, Marina de Guerra, Aeronáutica) y fuerzas de seguridad nacionales (Gendarmería, Prefectura, Policías Federal y de Seguridad Aeroportuaria). Sus componentes, en líneas generales se escalonan en capellán mayor, capellán castrense y auxiliar.

En el Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 de la ciudad de Santo Tomé (prov. de Santa Fe), hoy Batallón de Ingenieros 1, contábamos -en 1978- con el capellán Juan Julio Banasiak, a quien conocíamos como el padre Julio, y de acuerdo a la información que pudimos reunir prestó servicios en la unidad entre 1974 y 1984.

Próximo a la finalización del periodo de instrucción, los soldados que no eran bautizados y/o no habían tomado la primera comunión podían hacerlo y para ello en determinadas horas y días eran reunidos en uno de los espacios abiertos de la unidad para escuchar al sacerdote con su catequesis. Quienes se preparaban para el bautismo y la comunión inicial debían elegir a su padrino de entre los restantes componentes de la compañía.

Las charlas eran a pleno rayo del sol y los soldados asistían cuando terminaban el duro trajín del entrenamiento básico en el llamado periodo de instrucción militar inicial. Y ocurrió que, en una oportunidad, el capellán reportó ante el suboficial de semana que dos de los reclutas se habían dormido durante la catequesis. Obviamente que recibieron “horas extras” de movimientos vivos, y eso quebró la poca empatía que ya reinaba entre la tropa respecto del religioso.

Y el 22 de noviembre de 1978 el cura partió junto al grueso del batallón hacia lo que luego sería el Teatro de Operaciones Sur (T.O.S.). Pero no estuvo mucho tiempo allí. Se dijo, había solicitado su regreso a Santo Tomé alegando compromisos sacerdotales previos.

Esto generó algunos comentarios, como el que daba cuenta de que el religioso, siendo niño, había atravesado horribles experiencias durante la Segunda Guerra Mundial en su Polonia natal y le resultaba muy traumático el escenario bélico donde nos encontrábamos en esos momentos.

Verdad o no, lo cierto es que de un día para el otro Banasiak retornó a la provincia de Santa Fe y su lugar fue cubierto por el capellán José Tarcisio Guntern, (que prestó servicios desde ese año hasta 1987 para la Agrupación de Ingenieros Anfibios 601, hoy Batallón de Ingenieros Anfibios 121).

Guntern, que se hacía cargo de la capellanía de dos batallones, años después tuvo un rol importante durante el escándalo que tuvo como principal protagonista al pervertido Obispo Eduardo Storni, y con el cual se encontraba enfrentado precisamente por su actuar sexual aberrante abusando de jóvenes seminaristas.

Era de contextura grande y ciertamente obeso. Estando en el acantonamiento de Río Gallegos tuve un solo cruce directo con él. Ambos, en direcciones opuestas, teníamos que pasar por el mismo y estrecho espacio. Por cuestión de jerarquía y volumen obviamente, le cedí el paso mientras le hacía el famoso saludo uno (venia o saludo de visera). Se detuvo frente a mí y cuando esperaba alguna reprimenda, preguntó “soldado ¿sos de Santa Fe?”, y ante la respuesta afirmativa espetó “¿De Colón o de Unión?”, ante la respuesta de que era simpatizante del “rojinegro” continuó su marcha repitiendo “Muy bien, muy bien”.

Improvisado, breve y extraño diálogo al margen, conforme los días transcurrían en el Teatro de Operaciones Sur el clima se iba poniendo cada vez más espeso al punto tal que nos habían instruido para dar la extremaunción a todo mortal que cayera gravemente herido a nuestro lado en plena acción.

No eran necesario aceites especiales ni aguas bendecidas y –dijeron- era suficiente decir “Yo te absuelvo de todos tus pecados” mientras se le hacía la señal de la cruz sobre la frente al moribundo.

Parece una simple anécdota, pero ¡vaya!, teníamos 18-19 años y la muerte –hasta ese entonces- se presentaba como algo lejano, casi impensado.

Me llamó la atención, también, que durante una misa de campaña el religioso bendijera las armas. Es decir, se estaba invocando al supremo para que las protegiera y no fallaran al momento de ser utilizadas contra el oponente. Cosa extraña. Lo mismo hacían los sacerdotes al otro lado de la cordillera.

Pero al margen de estos hechos y las reflexiones que ellos ameritaban, para los creyentes, la presencia sacerdotal era más que importante en un momento tan crítico de nuestras vidas. Ahora sí, la muerte estaba a la vuelta de la esquina… o detrás del alambrado fronterizo.

Por eso, la mayoría de los soldados católicos participaba en los oficios religiosos y hasta comulgaba, incluso sin confesión previa atento a las circunstancias imperantes.

 RABINOS

 Por lo general, y aunque parezca contradictorio, casi todos los ejércitos del mundo han tenido y tienen sus representantes religiosos. Aún las tropas irregulares, como el caso del sacerdote entrerriano Jorge Oscar Adur (cofundador del movimiento sacerdotal tercermundista) que se sumó, desde la clandestinidad, como capellán y capitán del ejército Montonero en julio de 1978 tras reingresar sigilosamente al país desde su exilio en Francia (y desaparecido en junio de 1980 tras ser detenido cuando intentaba llegar a Brasil por el puente internacional de Paso de los Libres para entrevistarse con el Papa).

En el caso de las fuerzas armadas argentinas diferente fue el panorama para los solados de profesiones religiosas no católicas. Hasta donde pudimos indagar, en 1978 no fueron admitidas capellanías ni colaboraciones con representantes de otras expresiones espirituales. Por lo que los cinco y únicos Rabinos Baruj Plavnik, Felipe Yafe, Efraín Dines y Tzví Grunblatt y Natán Grunblatt, fueron los primeros en ser autorizados a sumarse como capellanes transitorios en un teatro de operaciones, recién en 1982 durante la guerra de Malvinas.


jueves, 26 de enero de 2023

APROXIMACIÓN A LO PERDIDO

Ushuaia una ciudad con memoria selectiva pareciera resistir a la verdadera historia

 Una visita a la ciudad más austral del mundo y una recorrida parcial -y forzadamente limitada- por el canal del Beagle.

  

Tuve la oportunidad de visitar la capital fueguina, llevándome da la impresión de que sus habitantes (particularmente sus autoridades) no terminan de consolidar su recuerdo sobre el particular verano de 1978.

Un título de la época publicado en diario La Nación realiza una instantánea de aquellos días describiendo a Ushuaia como una ciudad sin niños. En su entonces peligroso aeropuerto –como así también el de Río Gallegos- se vivieron horas de zozobra cuando la gente se agolpaba y pugnaba por conseguir un pasaje del avión que los alejaría de una zona segura de bombardeos y combates.

Conforme el almanaque avanzaba hacia la navidad de aquel año, las calles de Ushuaia comenzaron a ser transitadas, en su mayoría, por personal y vehículos militares. Solo los jefes de familias habían quedado en sus hogares para continuar con sus actividades laborales. Todos los niños y las mujeres habían migrado. O, mejor dicho, casi todas las mujeres, porque allí permaneció un grupo de 120 cuyos nombres hoy son recordados como las “Damas Centinelas del Canal del Beagle” y una placa las eterniza desde el año 2014 en una plazoleta de la costanera. Una placa a la que ningún lugareño se refiere ni la folletería turística sugiere visitar.

Habíamos contratado un city tour en una Land Rover y su amable chofer nos mostró lugares emblemáticos de la urbe. El puerto, la base naval desde la cual zarpó por última vez el ARA San Juan, la costanera, particulares barrios y el punto donde año a año se realiza la vigía por la causa Malvinas. Cuando nos dirigíamos al viejo aeropuerto (hoy, aeroclub) apareció ante nosotros, montada sobre tierra, la “P-82 Towora”, con sus dos cañones Bofors apuntando hacia el cielo por proa y popa.

Me sacudió una emoción tremenda. Le pedí al chofer que se detuviera, pero no accedió, prometiendo que lo haría al regreso tras visitar el aeroclub. Y así fue.

Cuando por fin llegamos, el conductor detuvo el motor pero no descendió junto a nosotros. Me acerqué lo máximo que un cerco de alambrado lo permitió. Las clásicas fotos y algunos comentarios explicativos que trataba de darles a mi familia sobre ese viejo ingenio naval allí apostado.

Al regresar a la 4x4, el guía estaba celular en mano buscando información de la Towora. Algo había encontrado y deslizó algunos comentarios. “Tenía la idea que la habían hundido en un ejercicio de artillería”, le dije como para justificar mi entusiasmo. No hubo respuesta, pero había una que estuvo faltando como guía turístico en pos del rescate de la historia oculta. La que fue hundida en una práctica militar fue su gemela P-84 Alakush. Indudablemente, no lo sabía. Nadie se lo contó.


En cercanías del Faro Les Éclaireurs se encuentra hundida la lancha Alakush

Tampoco lo supieron los tripulantes y guía del catamarán que habría de llevarnos a conocer el canal del Beagle. En nuestro caso, hasta el mal llamado “faro del fin del mundo” cuyo nombre real es Les Éclaireurs, ubicado sí en aquel curso de agua, frente a la bahía de Ushuaia. Pero en verdad no es el más austral ni el que inspiró a Julio Verne (éste se basó en al faro de San Juan de Salvamento, ubicado en las islas de los Estados).

¿Cómo se vincula Les Éclaireurs con la P-84 Alakush? Pues, la vieja lancha guerrera fue hundida en proximidades del faro en cuestión. Es decir, los catamaranes turísticos navegan sobre su helada tumba sin saberlo, o sin informarlo a los viajeros.

Por su parte la Towora, con mejor suerte, descansa sobre tierra desde el año 2009 en el lugar costero donde se proyectó alguna vez un parque temático nunca concretado.

 

El rol de Alakush y Towora

 

La Towora rescatada de su destino indigno aguarda se cumplan las promesas oficiales

Ambas embarcaciones fueron construidas por un astillero norteamericano en oportunidad de la 2ª Guerra Mundial y en 1948 –junto a otras 8 unidades- fueron vendidas a la armada argentina como material sobrante.

En 1968 fueron destinadas al área austral como respuesta a la incursión de la lancha rápida Quidora de la armada chilena en aguas de la bahía de Ushuaia. Diez años después cumplirían una importante misión en el marco del Operativo Soberanía: patrullar el sector occidental del canal del Beagle en una suerte de alerta temprana ante la posible incursión de navíos chilenos.

La P-84 Alakush estaba comandada por el Teniente de Navío Julio Vara en tanto que la P-82 Towora se encontraba a cargo del Teniente de Navío Carlos Olveira. Fondeaban en Bahía La Pataia.

Originalmente eran torpederas, pero tras desmontarles los tubos lanzadores se reconfiguraron como patrulleras para los 2 cañones Bofors de 20 mm fueron reemplazados por otros tantos de 40 mm y se le sumaron 4 ametralladoras 12,7 mm (2 por banda).

Arribadas al Área Naval Austral, se sumaron a la P-86 Indómita y P-85 Intrépida dotadas de 1 cañón Otto Melara de 76mm y 2 Breda Bofors de 40 mm cada, y las P-61 Baradero, P-62 Barranqueras, P-63 Clorinda y P-64 Concepción del Uruguay, todas de manufactura israelí y montadas con 2 lanzacohetes múltiples, 4 ametralladoras MGS 12,7 mm y 2 cañones Oerlikon de 20 mm, quedando así conformada la Agrupación Lanchas Rápidas.

Raleadas del servicio activo, como vimos, la Alakush yace en el fondo de la bahía de Ushuaia en tanto que la Towora se salvó de un destino humillante. Había sido donada a una entidad de actividades acuáticas que la transformó en un depósito provocando, lamentablemente, cambios en su estructura original. Aunque aún aguarda la concreción de aquel proyectado parque temático y tal vez, entonces, algún funcionario recuerdo lo que pasó en aquellas latitudes en 1978 y cuál fue el rol que interpretó la embarcación.

 

Los cañones del centro

 


    Los cañones del centro instalados en 1978 para defender la ciudad, hoy chatarra olvidada.

Tampoco se presta demasiada atención a lo que queda de una batería instalada con el objetivo esencial de sumarse al arco protector de la capital fueguina.

La posición contaba originalmente con 4 cañones de 105 mm con un alcance de 17 km. Las piezas estaban unidas entre sí por una red de túneles que en 1997 fueron clausurados por la Armada para evitar accidentes dado que, si bien originalmente la posición estaba fuera de la ciudad, con el correr del tiempo quedó dentro de ella y pasó a ser un lugar de juegos para los niños. Hoy son conocidos, por pocos lugareños, como “los cañones del centro” y allí permanecen, corroídos y cubiertos de grafitis.

 

Argentinos en las trincheras, chilenos en las casas

 

Todo lo antes expuesto es historia. Nada de lo antes expuesto se menciona en los tours que se comercializan en la ciudad capital de Tierra del Fuego. Solo en un par de pasajes de su discurso una joven guía hizo referencia al año 1978, pero desde un enfoque muy personal y sesgado: “Los soldados argentinos iban a comer a las casas de los chilenos que vivían en Ushuaia”.

Es auténtica aquella interacción. En mi caso, pero en la ciudad de Río Gallegos, la familia Álvarez nos había abierto –junto a otros dos soldados- las puertas de su casa de par en par. La señora, empleada en Vialidad santacruceña era hija de chilenos.

Pero no siempre se daba aquel vínculo y en un hecho registrado en cercanías de Ushuaia un soldado integrante de una sección de chaqueños respondió: “Nosotros no podemos ir a ninguna casa porque en Ushuaia los que no son chilenos están achilenados” contó el lugareño Oscar Zanola que los había invitado a comer pan dulce y tomar sidra la noche del 23 de diciembre (después del famoso día D y cuando ya se sabía de la mediación vaticana). El hecho fue recogido en la crónica “La gestión de Antonio Samoré evitó la guerra con Chile”, publicada por el diario La Nación el 22-12-98 y aún disponible en internet.

Pese a casos aislados de interacción con la población civil relacionada a Chile, en general existía cierta tirantés como la reflejada en el caso del chaqueño que rechazó el convite.

El soldado Javier Marega, integrante de la 2ª Sección de la Compañía Alpha del Batallón de Infantería de Marina 1 , durante un reportaje periodístico dio cuenta de que la tropa que integraba tomó a punta de fusiles una planta de YPF. “Sacábamos a los chilenos que vivían ahí en casillas de madera (con techos a dos aguas), eran de 2 x 2 esas casillas recuerdo. Algunos se resistían, pero los apuntábamos y salían, los metían en un camión y creo que los llevaban a la frontera que estaba cerca y ahí se iban, entraban a su país”. Marega se refiere a la Planta Orion de YPF ubicada en la costanera fuegina, próxima a la base y al hospital naval.

 Importancia Ushuaia en el TOS

 Lamentablemente, ha quedado en el olvido que toda Tierra del Fuego constituía un escenario más que importante en el Teatro de Operaciones Sur y por ello allí concentraron la mayor parte de las compañías de Infantería de Marina reforzada con comandos del Ejército.

Por eso se había dispuesto un sistema especial de protección con la artillería, con las piezas antes mencionadas, mas 7 cañones Breda Bofors 40/60 mm para proteger el viejo aeropuerto y la base aeronaval en tanto que otros 3 se ubicaron en Monte Gallinero (hoy, plena ciudad) para, junto con otros 9 cañones similares se cubría la zona de la Planta Orion, la Base y del Hospital. El techo del centro asistencial fue pintado de rojo con un gran círculo blanco encerrando la cruz roja a modo de advertencia a la aviación enemiga para no ser bombardeados. Dicho sea de paso, tal detalle se conserva aún hoy en día.

 Lenox, Picton, Nueva

 Me hubiese gustado visitar, o aproximarme, a las tres islas centrales que motivaron el enfrentamiento entre Argentina y Chile. Entonces pertenecientes a nuestro país, hoy, al trasandino: Lenox, Picton y Nueva.

Pero no fue ni es posible. Al parecer nadie pude siquiera acercarse a sus costas porque Santiago ha emplazado allí una fortaleza militar de envergadura para reafirmar su soberanía (aquella que pedimos en 1984 con un plebiscito) lo que les permite tener presencia en el Atlántico y proyectarse sobre el continente antártico.

Mientras los vecinos reafirman soberanía, los argentinos seguimos perdiendo memoria. Una pena.

jueves, 22 de diciembre de 2022

A 44 AÑOS

PRECISIONES DE LO QUE FUE Y DE LO QUE PUDO SER

 

Si bien existió un día D, precisado para dos jornadas antes de Navidad, el plan diseñado para el “Operativo Soberanía” incluyó varias Horas H.

                     Infantes de Marina de la Armada chilena marchan a tomar posiciones defensivas

 22 de Diciembre de 1978. Como primera actividad, se ordenó a los efectivos del Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 (Santo Tomé-Santa Fe), acantonados en la Sociedad Rural de Río Gallegos, juntar los efectos personales, ordenar y limpiar el lugar. La excusa. Un general pasaría revista en las próximas horas.

A media mañana, las compañías que se encontraban en el lugar subieron a pie por Avenida San Martín en la capital santacruceña e ingresaron a las instalaciones del Batallón de Ingenieros de Combate 181. Allí tuvo lugar la formación más numerosa registrada en el V Cuerpo de Ejército y fue encabezada por su comandante (y comandante del Teatro de Operaciones Sur – T.O.S.) el General José Antonio Vaquero secundado por su Estado Mayor y jefatura de las unidades presentes.

Su arenga fue breve, clara y contundente. En las próximas horas se entraría en combate.

En esa oportunidad, parafraseó al General George Patton, adaptando las palabras a la circunstancia imperante: “¡¡¡Si Dios los llama a la gloria, solo les pido que antes de caer en combate maten a 7 chilenos… porque con esa proporción, los barremos del mapa!!!”. Una ecuación simple, para momentos tan complejos.

Su reclamo fue, como cierre seguido por otro al que la tropa estaba más acostumbrado: “¡¡¡Agrupación…?! ¡Subordinación y Valor!!!!”, rematado por el “¡¡¡Para defender a la Patria!!!” vociferado por soldados, suboficiales y oficiales.

Eso vino a ser el prólogo de lo que parecía avecinarse.

No lo sabíamos, pero el Día D y la Hora H habían sido precisadas e informadas a los comandantes de las fuerzas terrestre, aérea y naval.

Creo que tampoco lo interpretamos en su magnitud, pero Vaquero nos estaba despidiendo antes de que marcháramos a las posiciones preestablecidas para la articulación de la batalla.

No se ha desclasificado información al respecto, si es que ella ha sobrevivido al paso del tiempo y los cambios políticos, por lo que aquel Día D queda precisado por hechos concretos como el antes expuesto y por los desplazamientos que fueron realizando distintas unidades del Ejército y la Armada.

El Día D fue el 22 de diciembre de 1978. En cuanto a la Hora H, debemos echar mano a un trabajo realizado por el Capitán de Navío (r.) Alberto Gianola Otamendi, de la armada argentina, titulado “TIERRA, FUEGO Y AGUA. La isla de Tierra del Fuego y el canal Beagle durante el conflicto de 1978. Preludios de guerra” publicado en el Boletín del Centro Naval, N° 837, Septiembre /Diciembre, del año 2013 e incluso considerando la remisión que hace información aportada por el Capitán de Navío (r.) Ricardo Hermelo, quien fuera Comandante de la Agrupación Lanchas Rápidas en 1978.

Con estos, y otros elementos de cotejo, podemos indicar que la Hora H fue precisada a las 2.000 (20:00hs.) con inicio en el mar. Según Gianola Otamendi, a esa hora la Infantería de Marina intentaría ocupar en una primera acción las islas Walleston y Hornos, para luego hacer lo propio sobre las centrales del conflicto: Lenox, Picton y Nueva.

Como toda Hora H tiene sus complementos, en más y en menos, a la H+2 (es decir, a las 2.200 o 22:00 hs) desde las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego (partes integrantes del T.O.S.) comenzaría el avance de unidades de Ejército (integradas con infantes de marina) con la misión de traspasar la frontera y marchar para capturar Puerto Natales y Punta Arenas.

A la H+8 (a las 4.000 o 04:00 hs del 23 de diciembre) la Fuerza Aérea despegaría sus aviones para realizar bombardeos estratégicos.

En esta etapa entraría en acción el Teatro de Operaciones Nor Oeste (T.O.N.O.) al mando del comandante del III Cuerpo de Ejército, General Luciano Benjamín Menéndez penetrando territorio trasandino por el paso Puyehue (a la altura de Villa La Angostura) y el paso Libertadores (hoy, Cristo Redentor, que lleva a la comuna chilena de Los Andes). El objetivo: La primer de las columnas tomar Santiago y Valparaíso para cortar el país al medio y evitar el aprovisionamiento de las tropas sureñas. La restante, redireccionándose hacia el sur, tomar Osorno y Puerto Montt.

Por su parte, la Armada a través de su aviación embarcada en el 25 de Mayo y los distintos buques que completaban la escuadra en uno de los grupos de acción, intentarían bombardear y tomar Puerto Williams, en tanto el otro grupo debería neutralizar a la armada chilena.

Pero como toda acción principal o central debe ser preparada, existen las horas en menos, contadas a partir de aquella inicial Hora H.

Esto implica la entrada previa en acción de comandos y observadores adelantados que prestarán un imprescindible servicio a las piezas de artillería de campaña.

Es por esto que Gianola Oamndi da cuenta que, conforme a la planificación y órdenes recibidas, a la H-2 (a las 1.800 o 18:00 hs del día 22) la Infantería de Marina intentaría avanzar sobre islas e islotes menores del canal, como Freycenet, Hershell y Deceit.

Es posible que esta acción, o al menos parte de ella hubiere sido abortada sobre la marcha atento a que la mayoría de las islas estaban ocupadas por la Infantería de Marina chilena prácticamente desde septiembre de 1978. Y con ello, habían minado y colocado obstáculos en todas las playas.

En cuanto a la desactivación de la orden de ataque, no hay demasiadas precisiones. Alguna fuente indica que fue impartida a las 2.200 (22:00 hs.) del mismo 22 de diciembre y que muchas unidades, secciones y pelotones la recibieron mucho después atento a que se había impuesto un estricto silencio de radio que solo podía ser quebrado por vía de más que justificada excepción.

En la Armada, una vez que se recibió la orden de avanzar y atacar se complementó la misma con la decisión de que solo se rompería aquel silencio radial si surgía una contraorden. Para ello no se utilizarían frecuencias especiales ni código ni cifrados sino que se lo haría a través de una frase clave.

Siguiendo a Gianola Otamendi, el Capitán de Navío (r.) Hermelo habría dado cuenta que aquella frase clave adoptada por la Armada fue: “No puedo proveerles víveres”, que habría sido recibida en la Agrupación Lanchas Rápidas a las 0015 del día 23 de diciembre.