Ushuaia una ciudad con memoria selectiva pareciera resistir a la verdadera historia
Tuve la
oportunidad de visitar la capital fueguina, llevándome da la impresión de que
sus habitantes (particularmente sus autoridades) no terminan de consolidar su
recuerdo sobre el particular verano de 1978.
Un título de la
época publicado en diario La Nación realiza una instantánea de aquellos días
describiendo a Ushuaia como una ciudad sin niños. En su entonces peligroso
aeropuerto –como así también el de Río Gallegos- se vivieron horas de zozobra
cuando la gente se agolpaba y pugnaba por conseguir un pasaje del avión que los
alejaría de una zona segura de bombardeos y combates.
Conforme el
almanaque avanzaba hacia la navidad de aquel año, las calles de Ushuaia
comenzaron a ser transitadas, en su mayoría, por personal y vehículos
militares. Solo los jefes de familias habían quedado en sus hogares para
continuar con sus actividades laborales. Todos los niños y las mujeres habían
migrado. O, mejor dicho, casi todas las mujeres, porque allí permaneció un
grupo de 120 cuyos nombres hoy son recordados como las “Damas Centinelas del Canal del Beagle” y una placa las eterniza desde
el año 2014 en una plazoleta de la costanera. Una placa a la que ningún
lugareño se refiere ni la folletería turística sugiere visitar.
Habíamos
contratado un city tour en una Land Rover y su amable chofer nos mostró lugares
emblemáticos de la urbe. El puerto, la base naval desde la cual zarpó por
última vez el ARA San Juan, la
costanera, particulares barrios y el punto donde año a año se realiza la vigía
por la causa Malvinas. Cuando nos dirigíamos al viejo aeropuerto (hoy,
aeroclub) apareció ante nosotros, montada sobre tierra, la “P-82 Towora”, con sus dos cañones Bofors apuntando hacia el cielo
por proa y popa.
Me sacudió una
emoción tremenda. Le pedí al chofer que se detuviera, pero no accedió,
prometiendo que lo haría al regreso tras visitar el aeroclub. Y así fue.
Cuando por fin
llegamos, el conductor detuvo el motor pero no descendió junto a nosotros. Me
acerqué lo máximo que un cerco de alambrado lo permitió. Las clásicas fotos y
algunos comentarios explicativos que trataba de darles a mi familia sobre ese
viejo ingenio naval allí apostado.
Al regresar a la
4x4, el guía estaba celular en mano buscando información de la Towora. Algo había encontrado y deslizó
algunos comentarios. “Tenía la idea que
la habían hundido en un ejercicio de artillería”, le dije como para
justificar mi entusiasmo. No hubo respuesta, pero había una que estuvo faltando
como guía turístico en pos del rescate de la historia oculta. La que fue
hundida en una práctica militar fue su gemela P-84 Alakush. Indudablemente, no lo sabía. Nadie se lo contó.
Tampoco lo
supieron los tripulantes y guía del catamarán que habría de llevarnos a conocer
el canal del Beagle. En nuestro caso, hasta el mal llamado “faro del fin del
mundo” cuyo nombre real es Les Éclaireurs,
ubicado sí en aquel curso de agua, frente a la bahía de Ushuaia. Pero en verdad
no es el más austral ni el que inspiró a Julio Verne (éste se basó en al faro
de San Juan de Salvamento, ubicado en
las islas de los Estados).
¿Cómo se vincula Les
Éclaireurs con la P-84 Alakush? Pues,
la vieja lancha guerrera fue hundida en proximidades del faro en cuestión. Es
decir, los catamaranes turísticos navegan sobre su helada tumba sin saberlo, o
sin informarlo a los viajeros.
Por su parte la
Towora, con mejor suerte, descansa sobre tierra desde el año 2009 en el lugar
costero donde se proyectó alguna vez un parque temático nunca concretado.
El rol de Alakush y Towora
Ambas embarcaciones fueron construidas por un astillero norteamericano en oportunidad de la 2ª Guerra Mundial y en 1948 –junto a otras 8 unidades- fueron vendidas a la armada argentina como material sobrante.
En 1968 fueron
destinadas al área austral como respuesta a la incursión de la lancha rápida Quidora de la armada chilena en aguas de
la bahía de Ushuaia. Diez años después cumplirían una importante misión en el
marco del Operativo Soberanía:
patrullar el sector occidental del canal del Beagle en una suerte de alerta
temprana ante la posible incursión de navíos chilenos.
La P-84 Alakush estaba comandada por el
Teniente de Navío Julio Vara en tanto que la P-82 Towora se encontraba a cargo del Teniente de Navío Carlos
Olveira. Fondeaban en Bahía La Pataia.
Originalmente
eran torpederas, pero tras desmontarles los tubos lanzadores se reconfiguraron como
patrulleras para los 2 cañones Bofors de 20 mm fueron reemplazados por otros
tantos de 40 mm y se le sumaron 4 ametralladoras 12,7 mm (2 por banda).
Arribadas al Área
Naval Austral, se sumaron a la P-86 Indómita y P-85 Intrépida
dotadas de 1 cañón Otto Melara de 76mm y 2 Breda Bofors de
Raleadas del servicio activo, como vimos,
la Alakush yace en el fondo de la
bahía de Ushuaia en tanto que la Towora
se salvó de un destino humillante. Había sido donada a una entidad de
actividades acuáticas que la transformó en un depósito provocando,
lamentablemente, cambios en su estructura original. Aunque aún aguarda la
concreción de aquel proyectado parque temático y tal vez, entonces, algún
funcionario recuerdo lo que pasó en aquellas latitudes en 1978 y cuál fue el
rol que interpretó la embarcación.
Los cañones del centro
Tampoco se presta
demasiada atención a lo que queda de una batería instalada con el objetivo
esencial de sumarse al arco protector de la capital fueguina.
La posición
contaba originalmente con 4 cañones de 105 mm con un alcance de 17 km. Las
piezas estaban unidas entre sí por una red de túneles que en 1997 fueron
clausurados por la Armada para evitar accidentes dado que, si bien
originalmente la posición estaba fuera de la ciudad, con el correr del tiempo
quedó dentro de ella y pasó a ser un lugar de juegos para los niños. Hoy son
conocidos, por pocos lugareños, como “los
cañones del centro” y allí permanecen, corroídos y cubiertos de grafitis.
Argentinos en las trincheras, chilenos en las
casas
Todo lo antes
expuesto es historia. Nada de lo antes expuesto se menciona en los tours que se
comercializan en la ciudad capital de Tierra del Fuego. Solo en un par de
pasajes de su discurso una joven guía hizo referencia al año 1978, pero desde
un enfoque muy personal y sesgado: “Los
soldados argentinos iban a comer a las casas de los chilenos que vivían en
Ushuaia”.
Es auténtica
aquella interacción. En mi caso, pero en la ciudad de Río Gallegos, la familia
Álvarez nos había abierto –junto a otros dos soldados- las puertas de su casa
de par en par. La señora, empleada en Vialidad santacruceña era hija de
chilenos.
Pero no siempre
se daba aquel vínculo y en un hecho registrado en cercanías de Ushuaia un soldado integrante de una sección de chaqueños respondió: “Nosotros no podemos ir a ninguna casa porque en
Ushuaia los que no son chilenos están achilenados” contó
el lugareño Oscar Zanola que los había invitado a comer pan dulce y tomar sidra
la noche del 23 de diciembre (después del famoso día D y cuando ya se sabía de
la mediación vaticana). El hecho fue recogido en la crónica “La gestión de Antonio Samoré evitó la
guerra con Chile”, publicada por el diario La Nación el 22-12-98 y aún
disponible en internet.
Pese a casos
aislados de interacción con la población civil relacionada a Chile, en general
existía cierta tirantés como la reflejada en el caso del chaqueño que rechazó
el convite.
El soldado Javier Marega, integrante de la
2ª Sección de la Compañía Alpha del Batallón de Infantería de Marina 1 ,
durante un reportaje periodístico dio cuenta de que la tropa que integraba tomó
a punta de fusiles una planta de YPF. “Sacábamos
a los chilenos que vivían ahí en casillas de madera (con techos a dos aguas),
eran de 2 x 2 esas casillas recuerdo. Algunos se resistían, pero los
apuntábamos y salían, los metían en un camión y creo que los llevaban a la
frontera que estaba cerca y ahí se iban, entraban a su país”. Marega se
refiere a la Planta Orion de YPF ubicada en la costanera fuegina, próxima a la
base y al hospital naval.
Por eso se había
dispuesto un sistema especial de protección con la artillería, con las piezas
antes mencionadas, mas 7 cañones Breda Bofors 40/60 mm
para proteger el viejo aeropuerto y la base aeronaval en tanto que otros 3 se
ubicaron en Monte Gallinero (hoy, plena ciudad) para, junto con otros 9 cañones
similares se cubría la zona de la Planta Orion, la Base y del Hospital. El
techo del centro asistencial fue pintado de rojo con un gran círculo blanco
encerrando la cruz roja a modo de advertencia a la aviación enemiga para no ser
bombardeados. Dicho sea de paso, tal detalle se conserva aún hoy en día.
Pero no fue ni es
posible. Al parecer nadie pude siquiera acercarse a sus costas porque Santiago
ha emplazado allí una fortaleza militar de envergadura para reafirmar su
soberanía (aquella que pedimos en 1984 con un plebiscito) lo que les permite
tener presencia en el Atlántico y proyectarse sobre el continente antártico.
Mientras los vecinos
reafirman soberanía, los argentinos seguimos perdiendo memoria. Una pena.